Salí por un capuccino y terminé escuchando a un hombre sabio, me llevó a miles de lugares y por épocas distintas, hablaba con fechas exactas, mencionando nombres que uno encuentra en los libros de historia, pero pocas veces a alguien que te diga sin atisbo de soberbia: “Cuando yo estuve con él...”. Este hombre que hoy se sentó en mi mesa, vivió la historia de esta isla en primera persona, en la orilla y en el centro de la escena, fue protagonista y actor de reparto, pero siempre de una u otra manera, estuvo ahí... y estará en esta historia casi olvidada de RapaNui.
Me he dado cuenta que la nostalgia de estar lejos de casa la experimento cada vez que anhelo un rico, dulce y humeante café compartido con mis amigas, conversando de todo y de nada, de lo mismo y de lo nuevo. Uno de esos días, pero a miles de kms de mi hogar y sin mis amigas, partí en busca de un capuccino (pero esta vez de máquina) y de la desconexión con la isla. Sentada en el local de “la flaca” no me di cuenta cuando a mi mesa se sentó un hombre mayor, un caballero de edad indescifrable, pero que delataba una edad respetable. Me lo presentaron y con el trote de los caballos que a esa hora son el mejor transporte escolar, sólo sonreí porque nunca escuché quién era, pero no importó demasiado ya que de inmediato su conversación cautivó, hablaba de qué es ser rapanui, de los difíciles momentos que han vivido como pueblo, de los anhelos de desarrollo dejados de lado por insatisfacción casi genética, de las exigencias sin fundamento de un pequeño grupo que no sabe qué exigir, del poder y de años y años de historia que se pierden, porque la memoria es frágil y más frágil cuando no hay historia escrita y cuando a cada palabra se suman fantásticas realidades que quizás nunca existieron, o tal vez sí, quien puede tener certeza.
Al despedirse, recién ahí supe que en mi mesa había estado con el Presidente del Consejo de Ancianos, un encuentro inesperado, cargado de sabiduría y honestidad, un momento mágico que se da en esta isla que si bien no tiene a mis amigas y amigos, ni tampoco un rico café para conversar, si tiene estas conversaciones mágicas que le dan otro sabor a la vida., no mejor ni peor al cual estamos acostumbradas, sino distinto y que pocas veces se vuelve a repetir con la misma intensidad de ayer, por eso la moraleja es simplemente ¡¡¡ CARPE DIEM!!!
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