miércoles, 4 de enero de 2012

¡Navidad, Año nuevo¡ ...¿qué pasó?


(Segunda parte)

La tarde comenzó su recorrido silenciosa y tranquila, en las calles no había ese bullicio al cual estamos acostumbrados para estas fechas, donde la gente corre hasta último minuto haciendo las compras del “por si acaso”. Era demasiada tranquilidad para ser real, pero era real; desde el hostal donde vivo (el cual está emplazado en una pequeña colina) se podían apreciar las calles vacías, sin autos, sin gente y un silencio inmenso, total; el cual era agradable hasta cierto punto, porque después, me sentía como la protagonista de esas películas donde en el mundo sólo existes tú y quizás, alguien más en algún lugar.

Poco a poco el silencio fue roto por los primeros preparativos del asado, había que buscar leña para el fuego (acá los asados son con leña y jamás con carbón, a no ser que seas turista o simplemente chileno) y preparar las parrillas, la carne estaba lista en alguna cocina de no se quien, así como también las ensaladas y los acompañamientos varios, sólo quedaba sentarse a beber cerveza y escuchar un mezcla de música rapanui y reggae, ¡el ambiente parecía alegrarse y dejar atrás la inquietud silenciosa!. Cada cierto tiempo, los invitados repetían la pregunta sobre qué se haría luego de comer: ir a bailar, ir a ver los fuegos artificiales, dormir, quedarse en casa con la familia, quizás lo hacían movilizados por el afán de crear un nexo entre chilenos y rapanuis, o simplemente, porque la mecánica de la situación hacía que la respuesta se olvidara al terminar de escucharla.

Miraba la hora y pensaba qué estarán haciendo en Melipilla, comprando pan que alcance hasta el lunes pal desayuno, corriendo a la farmacia por un Kitadol por si alguien tiene resaca, yendo por segunda vez a la botillería por alguna bebida y, buscando algún lugar donde encontrar helado de piña para la champagne. Mientras, yo aquí y los únicos tres compatriotas, seguíamos tomando cerveza en la terraza viendo, como el último día del año se nos iba como cualquier otro. .. no importaba el asado y las parrillas que empezaban a humear, ni las cervezas que jamás se acababan, porque cuando vives en un hostal esta escena es cotidiana, ¡que le das la bienvenida a alguien, que le das la despedida a alguien, que el recién llegado te invita a cenar, que un turista invita a todo el hostal a comer...!, pero hoy, día de fiesta around the world el ambiente no era de fiesta, la música no cantaba “Un año más, que más da...”, “El Galeón español llegó...”, “Agua que no has de beber...” (porque no me digan que puede haber año nuevo sin las clásicas cumbias de la Sonora Palacios, ¡que Wuachiturros y no se quien!, en año nuevo se debe escuchar un mix de buenas cumbias) todo era igual que siempre.

Llegó la hora de cenar, a eso de las 10 de la noche, todos nos arreglamos y los chilenos tomamos nuestros teléfonos para saludar a la familia, era un poco freak estar diciendo ¡Feliz Año Nuevo! a las 10 de la noche (tenemos dos horas menos en la isla), pero esta fue una acción que nos acercaba un poco al hogar y nos llenaba de felicidad, una felicidad que pronto también estaríamos experimentando (?). Vino la cena, conversaciones varias y listo, a las 11 de la noche se partió al Hanga Vare Vare en busca de la fiesta y los fuegos artificiales, en el camino uno se iba encontrando con las familias y turistas que enfilaban hacia el mismo sector, se veían botellas de champagne en las manos, sombreros en las cabezas y serpentinas en el cuello, a lo lejos se escuchaba música en vivo, el clima estaba agradable, tibio, llegamos al lugar preciso y a esperar... comienza la cuenta regresiva (antes de lo que indicaba mi reloj) ¡9-8-7-6-5-4-3-2 FELIZ AÑO NUEVO!. Estallan los fuegos artificiales y la gente no se movió de sus lugares, nadie fue donde el vecino a saludarlo, no sonó ninguna cumbia, todo fue extraño, todo se desarrolló en “sus espacios”, con sus grupos y nada más.

Al día siguiente, una salida a la playa para terminar el asado que había quedado la noche anterior, y el lunes, tres chilenos sentados en silencio, se miran, suspiran y alguien dice: “No hay como pasar las fiestas con la familia”, porque será lo mismo de siempre, con la misma gente, la misma vieja cumbia, el mismo conocido latero que te visita para darte el abrazo, pero al final... es tu mundo y sobretodo, es tu familia.




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