martes, 20 de diciembre de 2011

Una Navidad muy, pero muy diferente


    Si no hubiese visto la televisión estos días, creo que jamás (y lo digo muy enserio) me habría dado cuenta qué fecha era, porque por estos barrios nadie corre a las tiendas, no se escucha música navideña, ¡¡¡ni hablar del viejo pascuero!!! no hay viejo, nadie vestido de Santa Claus en las tiendas esperando a los niños para la foto, ningún reno asomando su nariz roja, porque por acá no vienen, por culpa del calor qué está haciendo y si llegan a hacerlo, el pascuero tendría que ponerse zunga y cambiar los renos por peces.



Ya estamos a pocos días de Navidad y sinceramente no estoy inundada del espíritu navideño como es mi costumbre, este año no me preocupé de armar el árbol, ni darme unos minutos en busca de aquello que el viejito obsequiará a mis seres queridos. Muy por el contrario, sólo me di cuenta del contexto cuando vi un comercial de Líder diciendo que todo lo que deseas para estas fiestas lo puedes conseguir en sus locales y recién ahí caí en cuenta de la fecha: Muy pronto estaré celebrando nochebuena, navidad y año nuevo en el ombligo del mundo, pero donde está el árbol vestido de rojo y verde? dónde están los regalos que uno comienza a esconder para que nadie sepa qué compraste hasta que los abran?, donde están los manteles con campanas y el cola de mono?

  No es que acá no celebren Navidad y los niños sean unos extraterrestres que no saben de la existencia del pascuero, la diferencia radica en la forma de acercarse a esta fecha, más tranquila, sin la vorágine de las compras, las tarjetas de crédito, el stress de las cenas familiares y los cachos del amigo secreto. Quizás sea por el contexto geográfico y la conectividad con el resto del mundo pero aquí, en especial en estas festividades, todo pareciera ser más lento, cosa extraña en cualquier lugar del mundo, pero aquí se da así. Sólo cuando ves un árbol en la casa de alguien, recién ahí dices: “Chucha, debo hacer el arbolito”, porque si a esta altura estaban pensando que no hay nada de nada, se equivocan, hay, pero poco y es tan reducido que pareciera no existir.

En las calles todo sigue relativamente igual a no ser por un nuevo café que desde el 1° de diciembre decoró su local con grandes monos de nieve, renos y pascuero y todos ellos se ven ¡¡¡taaaan extraños!!!, como que están desubicados entre tanto surfista con tabla y gente con traje de baño tomándose, junto a ellos, un rico jugo de guayaba natural. Y aquí es cuando baja la nostalgia de la tierra y la familia, de pasar las fiestas comiendo lo mismo de todos los años (porque es tradición), de ir viendo como el árbol se llena de regalos y pelear por el mejor momento para abrirlos, de recibir algún presente inesperado y pensar “mañana debo comprar algo”, de recibir lo que tanto te gustaba en la tienda y por ser caro dijiste “ojalá me lo traiga el viejito”.


    Uff, a la distancia todo lo que te da lata en estas fiestas lo comienzas a extrañar, idealizas cada cosa que recuerdas, cada momento fue mejor que el actual, el árbol más grande, los adornos más bellos, ¡¡¡si hasta las tarjetas musicales son encantadoras en mis recuerdos!!!. Pero sería muy mala elección quedarme con lo que podría ser y no vivir este momento, que de una u otra manera será muy distinto a todo lo que he vivido en estos meses, y por eso, desde ya y con un poquito de nostalgia, debo dar gracias al viejito pascuero por este regalote que me ha brindado y disfrutar a concho, no se si con cena navideña o a la orilla del mar, una Feliz Navidad en Easter Island.
Felicidades a todos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Música, raíces y teatro: Todo es motivo de fiesta

“La alegría no sólo es brasileña” dice Joe Vasconcellos  en una de sus canciones  y esta frase se me vino inmediatamente a la mente cuando hoy empecé a escribir; en estas últimas semanas y  de diversas maneras, me ha tocado estar de fiesta constante, el aire parece que se ha vuelto más musical, alegre, lleno de armonías que te incitan a sonreír... y lo más lindo de todo, es que la sorpresa llegó  para quedarse y  apoderarse de todos quienes estamos en RapaNui. ¿Quieren saber que ha pasado por estos días?.

Desde el 1º  de noviembre mágicamente el ambiente cambió, las sonrisas están a flor de piel, la gente anda más contenta, todos los días hay un nuevo lugar, ya sea un café, una tienda de artesanía, un restaurante; los rostros comienzan a rejuvenecerse con la llegada de los hijos, nietos y parientes que estuvieron estudiando en el continente y la música subió su volumen inundando las calles, las esquinas y el mar. Literalmente esto sucedió un fin de semana cuando, Mahani Teave, concertista en piano, regresó a RapaNui  para brindar un concierto gratuito frente a la playa, en el sector de Hanga Vare Vare, donde las puestas de sol son fenomenales y lo mejor, es que está a tres cuadras del centro del pueblo. El sol despidiéndose fue el escenario perfecto para que todos los asistentes, muchos extranjeros  amante de la música clásica y los más, rapanuis que estaban con el deseo de ver  “cómo se veía esta  prima, vecina, amiga del colegio”, que hace años salió de la isla para cumplir un sueño que acá, hubiese dormido junto a los moais, se deleitaran con un espectáculo de alto nivel.

A los pocos días, nuevamente la gente se comenzó a preparar para el Primer  Festival de Música Rapanui, sería todo un día de sonidos autóctonos, bailes, competencias musicales, performance nativas...no cabía duda que este era un evento para todos, para los turistas era su oportunidad  de  apreciar  distintos estilos  musicales y para los rapanuis, era la ocasión de enorgullecerse por los  parientes que  estarían sobre el escenario. Para mí, lo más sorpresivo y simpático, fue ver al muy particular dueño del pub Makona (si vienen lo recomiendo 100%, el lugar es chiquito, íntimo, se come y bebe como los dioses...ah!!! y te ríes todo el rato con Roberto- su dueño, chef y mesero- con tus vecinos, de tu vecinos y de ti) siempre sonriendo, tirando bromas a los asistentes   (aquí todo era muy interactivo con el público, entendieras o no el idioma), vestido con un hami (zunga rapanui confeccionada con corteza de árbol), una corona y cantar en lengua local  acompañado sólo con  dos piedras que golpeteaba cadenciosamente. ¡¡¡¡ Uff, parece que es verdad que en la isla la  música se transmite por genética!!!

Y ahora estamos frente a un “Desembarco Teatral”,   cuatro días de obras de teatro y talleres infantiles gratis para la comunidad. Algunos dicen que es la primera vez que se estrena una obra  en RapaNui, otros dicen tener en sus recuerdos alguna presentada en la isla hace años... como sea, la cosa es que todos hablan de las obras, de lo que verán, de lo que vieron y sobre todo, de aquello que sus hijos harán en la gran función de cierre. Pero lejos, lejos de todo esto, un acontecimiento específico marcó este desembarco: la llegada de un mimo. Cuando se bajó del avión ya venía caracterizado, agarró pal leseo a todo el mundo en el aeropuerto, a los carabineros, a los turistas y hasta a los mismos rapanuis, los niños eran los más felices porque esto si que jamás se había visto acá. Como él es actor  callejero, se le ocurrió hacer intervenciones en la calle principal, frente a la farmacia Cruz Verde, interrumpió un partido de rugby, hizo show en otro de fútbol, los niños fascinados, los adultos también, lástima que no faltó el imbécil ( los hay en todas partes y de todas las razas) que lo insultó y dijo “fuera de mi isla” (como dato extra el Parlamento Rapanui nuevamente ha comenzado con las movilizaciones para que echen a los chilenos residentes), pero él como todo un maestro contestó sólo con humor y pudo ahogar la mala  vibra con la risa del resto de los asistentes.

Y así están los días en la Isla, alegres, multicolores y musicales, pero lo más irónico de todo esto es que después de muchos años y viviendo a una hora de Santiago, vine a ver teatro en RapaNui, en el lugar  habitado más apartado del planeta, ¡¡¡¡ esto bien merece una aplauso!!!!.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Las dos caras de un mismo día

El 11 del 11 del 2011 era un día que se vivía lleno de expectativas, por un lado el ambiente era de fiesta, música por todos partes, bailes y alegría, pero en la otra esquina, entre los chilenos que vivimos aquí, el ambiente era COMPLETAMENTE distinto. ¡¡¡Cómo se rogaba a dios por un milagro y que la señal de Chilevisión llegara acá por 90 minutos!!!... para ver el partido, para ver a los 5 reemplazantes y mantener la esperanza de poder festejar el triunfo a la distancia, sin embargo, el destino  aún tenía mucho que decirEste viernes 11 de noviembre se celebró el Día de la Lengua, por ello  todo era fiesta en las calles, desde temprano en los colegios  los alumnos preparaban sus vestuarios y coreografías que bailaban con orgullo y garbo (igualito que nosotros la cueca, jaja), los profesores alistaban las muestras culturales y los turistas preparaban sus cámaras . Todos tenían programada la tarde para ir a la playa, ver el espectáculo y pasar una tarde familiar entre cantos, bailes y comida tradicional, pero para los chilenos residentes el panorama era otro, menos atractivo si lo comparamos con lo señalado anteriormente, pero igual de valioso para quienes “llevan la roja en el corazón”. 

Sniff, no veré el partido, miau!
Si bien saben, acá  el zapping es bien corto, entre la  La Red , TVN y  el canal local (que sólo transmite algunas horas al día),  la angustia por la tv se siente con fuerza  cuando el tema es fútbol, este síndrome de abstinencia televisiva lo padecen principalmente los chilenos, quienes en esta ocasión rogaban a dios por un  milagro tecnológico y así poder ver  a la Selección enfrentándose  sin los 5 “bautizados”,  por culpa de una copita  de más. Lamentablemente no había cómo, así que mejor irse camino a la muestra cultural y disfrutar del sol con  la oreja pegada a la radio para ver que pasa...

Y todo pasando en la playa, todo el pueblo estaba aquí, como llegué un poco tarde no alcancé a disfrutar del curanto, pero eso era un detalle porque había mucho que ver: en el escenario central estaban las autoridades , la orquesta, animadores y los niños bailando. En el mar jóvenes navegantes  sobre sus naves disfrutando de  las aguas, en el centro exposiciones de trabajos culturales, el sector estaba lleno de gente gozando el color, el sol y la fiesta, a ratos con envidiables movimientos, a veces con haaaarto empeño, pero siempre siempre  sonriendo.


Los que a esa altura no sonreían eran los chilenos, pero como la confianza es lo último que se pierde y la unión hace la fuerza se dió el milagro para  que 6 chilenos y yo, la única niña, viéramos el partido. Con tecnología de punta y el ingenio chilensis pudimos ver el partido en vivo y en directo en un plasma de 48 pulgadas... que día de la lengua y que curanto, guarden el ukelele para otro evento, porque acá, entre cervecitas tahitianas y un silencio de iglesia vimos,  después de años para algunos, a la roja en acción, puteamos a Borghi, pelamos a los incomprendidos del bautizo y sufrimos cada gol como no se lo imaginan, cómo dijo alguien esa tarde: “Ibamos dos uno y terminamos perdiendo 4 -0”.





¡¡¡¡Qué pena y todo el empeño para esto!!!, quizás hubiese sido mejor quedarnos en la playa celebrando el Día de la lengua, con ukele y curanto incluido, pero así son las cosas del fútbol, todavía quedan partidos y ahora sólo nos quedaba pasar las penas como buenos chilenos  y ¿cómo se pasan la penas del fútbol? “CON ASADITO PO”,  qué mejor que tirar unas carnes  a la parrilla, ir en busca de más cervezas, wishky, ron y claro, bebidas y simplemente comer y reír, hacer patria en el ombligo del mundo  mirando este  cielo  bellísimo  y dejando atrás la derrota con  copas y más copas.

(La identidad  de los participantes en este hazaña tecnológica han sido omitidos por seguridad  y porque simplemente nos acabronamos con la transmisión)

sábado, 29 de octubre de 2011

Distintas formas de disfrutar la vida


Quien lo creería, pero uno puede aprender a disfrutar y saborear la vida de maneras tan distintas, como países existan en el mapa. Algunos sólo miran, otros sólo miran a través de una cámara, otros miran por otros, otros corren, otros sólo comen sin mirar, otros miran, comen y miran otra vez, otros toman fotos todo el día y caen rendidos al anochecer. Cada uno a su ritmo, algunos con horarios prusianos y los más al son del ritmo rapanui, pero todos al final del día se llevan a la cama un cuerpo cansado, muchos recuerdos y una tremenda sonrisa en los labios.


A esta altura de mi vida creo que puedo hablar con un poco de conocimiento de los viajeros y sus formas de disfrutar, porque aunque no lo crean cada uno goza con cosas distintas. Por ejemplo, los franceses siempre cocinan, aunque sea un plato de tallarines con salsa, ellos lo hacen gourmet con alguna hojita verde por ahí, un buen vino y una mesa bien puesta. Por su parte, los australianos son de temer, beben todo el día, pero no como en Chile que es a morir, sino que para ellos el sentido de la vida es compartir una cerveza junto a una buena conversación, y para eso, tienen una resistencia casi inhumana, ¡¡¡se sientan con tres pack de cervezas y no se paran de ahí hasta que no haya más de que hablar !!! porque esperar que se paren cuando se acabe la cerveza es imposible, SIEMPRE, SIEMPRE, TIENEN MAS. 


Por su parte, los canadienses me encantan, tienen una manera tan relajada de enfrentar los viajes y las nuevas situaciones que asombran, no importa la edad que tengan, siempre andan sonrientes por la vida. Llueve y se les recomienda cambiar de planes y no les importa el clima, salen a caminar y lo disfrutan como niños, ríen de todo, de todos y de ellos. Conocí un matrimonio hace pocos días, ya tenían sus años, estaban retirados y su misión era simplemente gozar: “Ahora nuestro trabajo es disfrutar la vida”, decían. Con más de 50 años y los problemas propios de una edad avanzada, era admirable verlos todas las mañanas despedirse entre ellos, porque él iba a bucear (a veces dos veces al día) y ella lo esperaría leyendo un libro bajo el árbol de mango... ya de regreso de la experiencia submarina , junto a un café y una cerveza heladita, compartían sus experiencias, recordaban sus aventuras pasadas con un “do you remenber …?” y siempre reían.


Los italianos son otros grandes, tienen la chispa en la sangre (aunque depende de su lugar de origen), una alegría casi genética y como bonus, está el hecho que es muy fácil entenderlos, no recuerdo bien el nombre de ambos, pero un matrimonio llegó por unos días a RapaNui y fue cosa de instalarse en la terraza y comenzar a escuchar sus aventuras por el norte de Chile, ver sus fotos de Perú (conseguidas por la madre con una cámara regalada por toda la familia para la última navidad), recordar de vez en cuando a su único nieto que vive en Roma, reírse del porrazo de la señora recién llegada a la Isla y suma y sigue. Eran muy amables con todos, les encantaba compartir y además aprender nuevas cosas, principalmente sobre comida, así que cuando cenamos juntos tomaron nota del pisco sour y del pescado a la piedra... se supone que a su regreso a Italia compartirían junto a su familia un asado de pescado al estilo rapanui con un buen pisco sour chileno.



Pero lejos, lejos de todos ellos y en párrafo aparte, se encuentra un japonés super acelerado llamado Hiroshi. Un hombre mayor, ya retirado, que habla pésimo inglés, casi nulo, pero que intenta arreglar cada conversación con palabras en su idioma y muchas, pero muchas musarañas y gestos. Camina siempre cabeza gacha, muy rápido, hablando sólo en japonés. Su principal interés se encuentra en la comida, tanto en la que prepara como en la que uno cocina; pregunta por cada ingrediente que añado a las ollas y amablemente, va realizando una traducción simultánea a su idioma, a veces con palabras imposibles de repetir, pero entre su chamullado inglés y mi chamullado japonés nos podemos entender bien.



Una noche quiso cocinar, consiguió pescados y lentamente comenzó a filetear la carne para preparar sashimi (pescado crudo, no confundir con el sushi), de vez en cuando comentaba que el cuchillo era muy malo y que en su país los buenos cuestan desde los 2000 dólares. Una vez completado su plato principal, tomó tooooodo el resto que aún quedaba en el pez y fue limpiándolo meticulosamente para preparar una “yapanis sup” , sólo con agua hervida, trozos de pescado (esos que nosotros botamos) y un poco de azúcar; he de confesar que tenía un poco de recelo de esta sopa, pero una vez que la probé mi opinión cambió radicalmente.



Y los rapanuis? se estarán preguntando, pero creo que la respuesta bien merece un capítulo exclusivo, porque si hay alguien que sabe de carretes son estos amantes del mar, ¡¡¡pero les advierto desde ya ,que será SOLO para “personas con criterio formado”!!!. Por mientras, me sacrificaré en pos de una acuciosa investigación, porque para escribir debo conocer, SALUD POR ESO o como se dice acá MANUIA!!.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Hoy hablé con un rey



Salí por un capuccino y terminé escuchando a un hombre sabio, me llevó a miles de lugares y por épocas distintas, hablaba con fechas exactas, mencionando nombres que uno  encuentra en los libros de historia, pero pocas veces a alguien que te diga sin atisbo de soberbia: “Cuando yo estuve con él...”. Este hombre que hoy se sentó en mi mesa, vivió la historia de esta isla en primera persona, en la orilla y en el centro de la escena, fue protagonista y actor de reparto, pero siempre  de una u otra manera, estuvo ahí... y estará en esta  historia casi olvidada de RapaNui.







Me he dado cuenta que la nostalgia de estar lejos de casa la experimento cada vez que anhelo  un rico, dulce y humeante café  compartido con mis amigas, conversando de todo y de nada, de lo mismo y de lo nuevo. Uno de esos días, pero a miles de kms de mi hogar y  sin mis amigas, partí en busca de un capuccino (pero esta vez de máquina) y de la desconexión con la isla. Sentada en el local de “la flaca” no me di cuenta cuando a mi mesa se sentó un hombre mayor, un caballero de edad indescifrable, pero que delataba una edad respetable. Me lo presentaron y con el trote de los caballos que a esa hora son el mejor transporte escolar, sólo sonreí porque nunca escuché quién era, pero no importó  demasiado ya que de inmediato su conversación cautivó, hablaba de qué es ser rapanui, de los difíciles momentos que han vivido como pueblo, de los anhelos de desarrollo dejados de lado por insatisfacción casi genética, de las exigencias sin fundamento de un pequeño grupo que no sabe qué exigir, del poder y de años y años de historia que se pierden, porque la memoria es frágil y más frágil cuando no hay historia escrita y cuando a cada palabra se suman fantásticas realidades que quizás nunca existieron, o tal vez sí, quien puede tener certeza. 




Entre historias, anécdotas, fechas, personajes y situaciones en las que uno dice “Nooo, será cierto o me estará engrupiendo?,  este hombre con la tranquilidad de quien menciona su nombre, mira el horizonte, quizás buscando algún recuerdo perdido y con la vista puesta en la nada  dice: YO SOY REY,  ratificando su palabras con la mano puesta en el corazón. Estas simples tres palabras me remecieron, tanto por la actitud como por su fuerza, porque si bien en la isla uno levanta una piedra y salen 10 ARIKIS (rey de RapaNUI), este hombre hablaba de un poder real, no de coronas y tierras, sino del poder de la sabiduría, de haber aprendido de los más de 80 años de vida mirando el mundo y siendo parte de él, aquí en el ombligo de él y en el mundo más allá del mar.  




 
Al despedirse, recién ahí supe que en mi mesa había estado con el Presidente del Consejo de Ancianos, un encuentro inesperado, cargado de sabiduría y honestidad, un momento mágico que se da en esta isla que si bien no tiene a mis amigas y amigos, ni tampoco un rico café para conversar, si tiene estas conversaciones mágicas  que le dan otro sabor a la vida., no mejor ni peor al cual  estamos acostumbradas, sino distinto y que pocas veces se vuelve a repetir con la misma intensidad de ayer, por eso la moraleja es simplemente  ¡¡¡ CARPE DIEM!!!

jueves, 13 de octubre de 2011

Un aterrizaje distinto: La corona, el silencio y la tortuga.


Hay algo raro en el ambiente, no sé que es exactamente, pero no es lo mismo, algo cambió, el aire se siente distinto, se respira cansancio , los rostros se ven preocupados, más callados, distantes, no sé que será, pero reina un silencio que es ajeno...




Mi inesperado regreso a RapaNui me hizo acreedora de más de un vudú mental por parte de algunos, me convertí por unos instantes en la envidia (espero que sana) de muchos que conocieron esta sorpresiva noticia y también, me hizo acreedora de muchas cosas ricas, mucho cariño y regalitos (lo mejor de las despedidas). Así partí nuevamente a Isla de Pascua, mejor dicho, regresé, volví a un lugar que me maravilló y que no dudo en recomendar ciegamente, pero he de confesar que siempre tuve la duda del ¿cómo será volver?, ¿sonreiré con cada trozo de isla que miro?, ¿me emocionaré de aquella forma indescriptible de la primera vez?, ¿qué si no “vuelvo a sentir esa emoción” que me hizo sonreír desde un alma repleta de felicidad?.  



Con la tranquilidad de quien conoce el camino a casa, tomé maletas, me acomodé en el asiento del avión y respondí con paciencia cada una de las preguntas que mi compañera de vuelo me hacía, me sentí grande, toda una viajera frecuente (aunque en mi cuenta Lanpass sólo tenga 100 puntos)... después de una película, leer La Tercera, escuchar lo último de Ricky Martin y 4 horas y algo más de vuelo, la voz que no tiene rostro anuncia que estamos sobre RapaNui. La primera vez que viajé, deseaba con ansias ver desde las alturas aquel mítico triángulo que sería mi hogar por unos meses, ahora, amablemente me hago a un lado para que mi compañera vea la isla por primera vez, algo imposible porque las nubes, aunque hermosas y casi sacadas de un libro de cuentos, no dejan ver más que a sus hermanas regordetas.

El avión toca tierra, da un salto y la gente aplaude por el exitoso aterrizaje, luego sólo se escucha el recoger de las pertenencias y murmullos en idiomas que no alcanzas a descifrar, se abren las puertas y al fin puedo decir: ¡Volví, Isla de Pascua Aquí estoy!. Tengo corona y collar de flores, un turista me saca fotos, no por lo linda, sino porque soy la única “reina” del lugar y le parece simpático, digno de retratar. Pero algo hay esta vez... no sé que será, pero podría decir que a pesar de tanto revuelo, maletas, turistas, un labrador de la PDI que más que buscar drogas parece jugar con las maletas que giran y giran y nadie las reclama, el ambiente se siente diferente, distante e irreconocible. Será el cansancio, la humedad, las nubes que dicen te voy a mojar con una fresca lluvia?, no sé.






  
Hay revuelo por la llegada de la Esmeralda y un operativo médico, hay alarma por dos temblores que desfiguraron a los isleños, hay lluvia, frío y tardes otoñales, pero no hay... en realidad hay silencio y eso me asombra. Voy a mi lugar preferido, el Pea, y me siento frente al mar, no hay nadie alrededor, estoy completamente sola, a lo lejos veo a unos pescadores en sus botes que van hacia algún lugar, luego... nada, solo las olas y yo. Creo que debo seguir mi camino, disfrutar de este raro y nuevo estado que no vi antes; recojo mis cosas, me limpio la arena y derepente, surge grande, imponente y tranquila, una amigable y hasta diría yo, risueña tortuga. Nada lento, mira al cielo, quizás la nubes negras y cargadas de agua que amenazan nuestro encuentro, es linda, sabia … busco mi cámara y OH, en un segundo se pierde en las profundidades del mar. 







De pie en la orilla del mar, vuelve el silencio, no hay nadie a mi alrededor y comienza a llover, lo mejor es regresar y quizás, otro día nos volvamos a encontrar con mi sabia amiga tortuga en esta playa, que hoy sólo fue para nosotras dos.

martes, 21 de junio de 2011

Cuando pierdes los sentidos


Parte II y final

Caminé y viajé en auto desde las 9 de la mañana hasta las 17 horas, sin más comida que un capuchino a las 8.30 y unas galletitas de avena, hasta las 15 horas todo andaba bien, pero ya a las 16 horas el estómago comenzaba a reclamar de manera un poco impúdica y había que parar, pero antes... esos antes del viajero son tan entretenidos que te hacen perder el sentido del tiempo y de las carencias propias y sólo piensas en descubrir y descubrir.



Antes de buscar un rico lugar para comer había que ver ANA TE PAHU, la cueva de los plátanos, ¡SI! una cueva llena de árboles bananeros, lástima que en esta época sólo quedaban rastros de los visitantes anteriores y nada para mí. Una muy gastada escalera de tierra y piedras te lleva rumbo a esta maravillosa cueva que se presenta al llegar al último escalón, un bosque de plátanos, verdes y grandes que debes mirar por sobre tu cabeza, una selva de largas ramas que están “criando” su fruto en silencio y que con la ayuda del agua que corre por esta caverna y por sus sendas interiores, le permite vivir por siempre en verde y “parir” cuando la naturaleza considera necesario. Quien lo diría, encontrarse con una plantación natural de bananas en un hoyo, porque al ir en busca de Ana Te Pau uno sólo distingue un agujero, pero que en su interior posee laberínticos caminos que sólo puedes recorrer con linterna en mano, para no perder el horizonte y no perderte en su búsqueda, porque cuando uno baja cree, como en todos los viajes en la isla, que la aventura es sólo lo que vez, pero como siempre, hay mucho más allá de lo que tus propios ojos y la madre natura te permiten apreciar. 

Feliz y contenta y ahora sí, con la necesidad de darme una recompensa, parto nuevamente al pueblo en busca de un lugar rico para comer y prepararme para el gran final, un final que nunca imaginé sería de esa manera. Pero bueno, hay que comer y en mente estaban las famosas empanadas de tuna fish, (en vez de los famosos completos de los carritos que conocemos, en Rapa Nui, los carritos venden empanadas de todo tipo), sin embargo ya había escuchado sobre un lugar frente al cementerio católico que tenía la fama de preparar el mejor ceviche de la isla. Aquí no hay música con ukelele, ni locales tomando ni hablando a todo lo que dan sus gargantas, aquí en Miró ( por si acaso desean venir a conocerlo) hay una pequeña terraza que mira al mar y a un surrealista paisaje que atraviesa el cementerio lleno de colores y alegría. La carta es variada y al son de una suave música, quizás de Morcheeba, elijo el plato fuerte de la casa, un ceviche de atún acompañado de un jugo de mango, UN GIGANTESCO JUGO, UN DELICIOSO JUGO, que me ayuda a esperar mirando el mar y jugando con un simpático perrito que no encuentra nada mejor que pelear con mi chaqueta, y en eso estoy, peleando con el perrito cuando aparece el ceviche, en una presentación linda, sencilla y con un aroma de sueños, y al probarlo... creo que se abrió el cielo, estaba maravilloso, un golpe de energía para el resto del viaje.


Con la hora pisándome los pies, la urgencia por llegar al último lugar apremia, hay que llegar a ANA KAKENGA antes que el sol se despida. Llego al fin, miro y me parece una broma de la naturaleza, ante mi un hoyo en la tierra, un hoyo de conejo, un agujero negro que no dejaba ver nada en su interior, ¿es una broma, cierto? ¿dónde está la cueva?... nooo aquí no hay nada, cómo voy a meterme ahí, en ESE AGUJERO NEGRO, donde apenas cabe una persona...nooo. Bueno... a esto he venido, a la famo
sa cueva de las dos ventanas, donde cuenta la leyenda que un hombre raptó a una mujer para evitar que ésta se casara con otro y vivieron en la cueva por muchos años, alejados de todo y de todos. 

    Me armo de valor, busco la lintera de la cuan tanto me dijeron debía tener para entrar en ella y Oh, no la tengo , sólo mi básico, casi de juguete, celular ,que si no tiene juegos menos una luz decente, pero tengo mi cámara fotográfica, bien vamos a entrar... ¡DIOS esto se ve duro!, perdón, ¡esto no se ve!, aquí entrando sentada al agujero inmediatamente me envuelve una oscuridad inmensa, poderosa, que se siente alrededor , que pesa sobre mis hombros. Nada se compara con cada minuto que avanzo casi nada, que me arrastro sentada porque no tengo ningún referente, ni de las distancias, ni de hacia dónde voy, trato de ver, y mis ojos por más que se esfuerzan sólo ven en negro, por más que me esfuerzo tontamente para ver donde, no hay nada más que vacío y es tanta la presión que auto-ejerzo, que mis otros sentidos se bloquean y no siento, no escucho, es una verdadera tortura china y pienso en abandonar, en rendirme, porque nadie me dijo cuanto debo bajar para ver la sorpresa, nadie me habló de tiempo y el tan sólo imaginarme arrastrándome en silencio por las entrañas de las tierras por horas me asustó, me aterró, pero luego pensé, aquí vienen muchos turistas, incluso niños, así que no debo temer, no debo ser tonta y continuar. 
Prosigo mi descenso, me aferro a una roca para poder moverme con tranquilidad, pero ésta se mueve y pienso en la fragilidad de mi ser, en estar en el vientre de la tierra sin nada más que mi esencia, pienso en esta caverna que me ha despojado de todos mis sentidos, dejándome completamente desnuda... debo haber bajado uno tres metros y de repente, escucho casi como un murmullo el mar, ronco, furioso, luego se ve una luz, literalmente una luz al final del túnel y con la sensación de angustia a mil, veo las grandiosas dos ventanas, dos ojos que destruyen la oscuridad y dejan ver un paisaje que borra el temor por completo. Me siento en el borde de una de ellas y miro con tranquilidad el mar, siento el viento y mi respiración, me veo y puedo ver... ¡qué maravilla, qué hermoso se ve el mundo desde aquí!. Este momento es increíble, es renacer, es saber que estás presente, es volver a sentir, simplemente volver a la luz.

jueves, 16 de junio de 2011

Cuando pierdes los sentidos


Experimentar la pérdida de los sentidos puede ser excitante dependiendo de la manera que te suceda, los puedes perder por amor, por pasión, por odio... pero la parte más terrenal y dura, es cuando los pierdes de manera concreta, real y sin mayor explicación la vida te despoja de toda conexión con la realidad...te quedas sin visión, sin gusto, sin capacidad para palpar el mundo, ¿cómo vivir así?, ¿cómo afrontar el futuro si no lo puedes ver?, ¿si no lo puedes imaginar?. Aquí un relato de como la isla me robó mis sentidos y me arrojó en medio del abismo.


A medida que pasan los días uno no se cansa de seguir descubriendo las maravillas que la isla ofrece, nada es igual, nada cae en “Ah, esto ya lo he visto”, en cualquier lugar de la isla siempre hay un nuevo paisaje que admirar, sin embargo, hay lugares que casi por ley, debes visitar estando en la isla. Así que agarré mi botella de agua, mi cámara fotográfica con pilas recién cargadas, mis mejores zapatillas para caminar todo un día y emprendí camino hacia la historia contada por las montañas, hacia la roca que te invita a mirar con detenimiento, hacia un pequeño agujero que te llama para ver más allá y hacia el misterio de la ruptura de un esquema milenario. 

Pukaos en Puna Pau
Las miles de especulaciones sobre la construcción y traslado de los moais hacia sus altares, van muy bien acompañadas de las historias y cientos de preguntas que han desencadenado también, sus enigmáticos “pukaos” (sombreros). Aquí en PUNA PAU, uno puede conocer el taller de los “gorritos”, donde en las laderas de su montaña todavía se aprecian los restos de algunos pukaos y en otros, se pueden ver sombreros completamente terminados, un poco erosionados por el paso milenario de la naturaleza sobre ellos, y que fueron abandonados debido a las guerra de clanes, no llegando jamás a cumplir con su misión: coronar a un moai. Al conocer el lugar donde los orejas cortas los construyeron por orden de los gobernantes orejas largas, uno se pregunta cómo los movilizaron desde aquí (se sabe que rodando, pero las distancias son WOW), desde la cima de una montaña que no te permite estar en pie porque el viento te bota con facilidad, hacia los centros ceremoniales que se ubican en el borde costero, estamos hablando de un mínimo de 3 kilómetros y más de 10 en otros casos, toda una hazaña que hoy se puede apreciar y comprender en todo su esplendor cuando comienzas a ir en busca de los altares más emblemáticos y te sigues preguntando cómo lo hicieron. 



Ahu Akivi
Habiendo visto los famosos pukaos y aún con la incógnita en mi mente, continuo mi camino hacia un lugar enigmático, lleno de supuestos y leyendas, escondido en un camino silencioso, donde pareciera estar olvidado por el tiempo, pero que se mantiene erguido con la prestancia de los supremos, de los primeros, de los 7. Estoy hablando de AKIVI, el único altar que mira hacia el mar y que posee en su plataforma a 7 moais que recuerdan a los elegidos por el rey Hotu Matua para preparar esta tierra, para su llegada y la de su gente. Pero el enigma de este lugar no es la historia de quienes son, o a qué vinieron a esta isla, sino su posición con respecto al 99 por ciento de ellos, éstos están mirando hacia el mar, quizás esperando a su rey, quizás mirando a su antiguo hogar, quizás mirando algo que nadie jamás sabrá; este es el enigma, por qué estos silentes hombres de piedra miran al mar desde un lugar tan alejado de la costa, en solitario, sin dejar más rastro que sus caras firmes frente al horizonte...este es otro misterio que sólo las estrellas podrán develar.



Pensativa y sorprendida por lo visto hasta el momento, sin capacidad para comprender, sin la capacidad de proyectar mis ojos hacia el punto final de los 7, sin la posibilidad de acariciar la historia, camino al punto clave de todo: RANO RARAKU, el sitio arqueológico obligado de todo visitante para ver en gloria y majestad cuan grande fueron y son los moais. Ya desde la entrada uno queda literalmente con la boca abierta frente a un inmenso campo, lleno de gigantescas estatuas de piedra, aún pegadas a la montaña, algunas enterradas por la naturaleza en la tierra, otras derruidas hasta mimetizarse con la roca viva y algunas simplemente únicas en su existencia,como lo es el MOAI ARRODILLADO, único en su clase porque representante a los orejas cortas, es decir, a los esclavos que tallaban los moais y que en algún momento quizás (esto es sólo hipótesis), dejaron de hacerlos para sus reyes y a escondidas, depositaron la miradas sobre ellos mismos, representándose de rodillas quizás con la intención oculta ya, de levantarse ante la opresión o simplemente como signo de su pasado propio y cercano. Nadie sabe con certeza, nadie puede asegurar nada sin un manto de dudas sobre su cabeza, sólo les puedo decir, porque yo lo viví, que este es el rincón arqueológico más mágico de toda la isla, simplemente porque todo lo que miras a tu derredor está vivo, dormido, pero palpitante, nada parece inerte, por lo contrario, listo para volver a ponerse de pie, sobre sus más de 10 metros de altura y mirar al mundo con una perspectiva única, porque ellos son y siempre serán extraordinarios. 


Pero Rano Raraku no sólo asombra por sus monumentales estatutas, sino también por su abanico de paisajes, por un lado tienes una montaña que florece moais, por otra un camino sinuoso de colinas desérticas, amarillentas que te hacen recordar inmediatamente las películas de pistoleros y de toro sentado, y cuando esperas ver un cactus coronando esta imagen ¡BUM! tienes frente a tí una laguna rodeada de totora, con caballos pastando muy de cerca de ella o comiendo las flores de los árboles y en realidad, no estás caminado por una pradera normal, sino en la orilla de un cráter ,que cedió su terreno a la madre naturaleza para que lo engalanara con agua dulce. Wow, increíble, ¡camino y puedo tocar el agua depositada en este cráter y si quiero podría nadar en él!, y cuando aún pienso con qué me asombrará el lugar me encuentro con una reciente excavación de moais en plena faena de limpieza y estudios... que más puedo pedir, si incluso pude sentarme cerca de un moai que mira hacia la laguna y junto a él simplemente descansar y deleitarme. 

Pero aún lo mejor estaba por venir, lo mejor y más aterrador que me haya pasado en este pedazo de tierra arrojado en el medio del pacífico...

miércoles, 15 de junio de 2011

Alguna vez fue Buenos Aires


Parte II

        Al amanecer y luego de un reponedor cafecito en el cuerpo, parto al zoo de Buenos Aires, aquí podría haber estado todo el día, pero en mi caso decidí quedarme sólo durante la mañana, para continuar mi recorrido hacia el barrio San Telmo, famoso por los anticuarios que poseen sus tiendas en el sector, sus espectáculos callejeros de tango, sus calles de adoquines y antiguas casonas coloniales transformadas en tiendas vanguardistas, museos y galerías. Esto es lo maravilloso del sector, recorrer sus angostas callecitas e ir descubriendo las sorpresas que existen ahí, porque nada es lo que parece, una añosa casa puede albergar una bullante tienda de diseño, o un cálido lugar donde comer al son del bandoleón... sólo hay que abrir los ojos y explorar... porque incluso, te puedes topar con Mafalda ¡justo en la esquina Chile!.



A la mañana siguiente y a pesar de saber que descubrir Baires caminando es muy agotador, decido continuar con mi propio city tour e ir rumbo a los míticos Café la Biela y Tortoni. Primero, camino hacia el sector de Recoleta en busca de La Biela, un tradicional e histórico lugar de encuentro que guarda estrecha relación con otra de las aficiones porteñas: el automovilismo. No recuerdo mucho del café, pero SI recuerdo con singular precisión, que al salir de la cafetería, con sus mesas llenas de turistas, políticos y gente de alcurnia, me encontré con una sorpresa de esas que te dejan sin aliento, una maravilla de árbol en plena acera, un árbol gigante, con historia, quizás centenario, que extendía sus inmensas ramas a quien deseara sentarse a sus pies y simplemente ver la vida.


          Luego de este encantamiento natural, prosigo el viaje y cruzo toda la ciudad en busca del mítico Café Tortoni, cuando llegué había fila para poder entrar y luego de un ratito, pude entrar a este centenario café , toda una joya de arquitectura e historia argentina que te transporta en el tiempo al primer paso que das en su interior. Fundado en 1858, albergó a la nata de la cultura bonaerense, escritores, periodistas,pintores que iban diariamente aacudían acá a analizar el acontecer nacional bajo sus lámparas tiffany y el aroma de un delicioso café recién preparado. En recuerdo de esta etapa, hoy existe un rincón donde siempre se puede ver, y tomarse un fotito para mostrar a los amigos, a tres de los contertulios habitués del lugar, como fueron Carlos Gardel, Jorge Luis Borges y Alfonsina Storni.


Pero la magia no termina aquí, todo el lugar es hermoso, sus mozos sonrientes posan para los turistas y también las hacen de fotógrafos, sus paredes también están llenas de historia, de fotos y cuadros y en cada espacio que uno aprecia, se alberga una sorpresa para el viajero, como lo fue descubrir una pequeña sala de exposición adornada con una gran fotografía de la cuidad de noche y al costado, otra de la fachada antigua del café, que junto a una pequeña mesita instalada frente a ambas, son el escenario perfecto para guardar un recuerdo de este mágico lugar, un lugar que mezcla de manera extraña un pasado y un presente, en un ahora palpitante.


    Y así, cada noche con el cuerpo cansado de tanto caminar y de comer (porque pucha que comí en Argentina), de visitar bibliotecas de cuentos, donde los libros tiene olor a chocolate; de pasear entre los anticuarios, de degustar buenos vinos blancos argentinos (porque los tintos chilenos son insuperables), ver a los viejos con su pañuelo al cuello y sus perfiles aguileños, a las mujeres siempre listas para algún evento social y a los jóvenes con un aire desaliñado, pero siempre fashion; termina otro día, esta vez el último, de un viaje apasionante que se descubrió pasito a pasito, siendo un turista en las grandes avenidas bonaerenses y dejando ocultos miles de espacios que aún esperan por mí... así es la ciudad más europea de América Latina, ruidosa, colorida e inmensa, pero por sobre todo, una ciudad que siempre tendrá un nuevo, o quizás, viejo encanto por descubrir.

sábado, 11 de junio de 2011

Alguna vez fue Buenos Aires


Primera Parte

Cierta noche una chica suiza comentó que antes de viajar a Chile, había estado en Buenos Aires, ciudad que detestó, por qué le pregunté, y me dijo: por lo monstruosa, todo era demasiado grande, casi inmenso. Qué raro me dije, cuando a mí fue esa inmensidad lo que más me cautivó de ella. Con esta idea en mi cabeza, la de la inmensidad de la ciudad porteña, recordé mi viaje a Buenos Aires y lo maravillada que quedé con esta impresionante ciudad de más de 12 millones de habitantes. No sé a ciencia cierta si fue esa mezcla de estilo europeo, vanguardia y esquinas tangueras lo que me cautivó desde las primeras horas de mi llegada, o el poder ver por fin, en vivo y en directo, a esta ciudad tan famosa a nivel mundial.


Aeropuerto de Santiago.
        Mi aventura comenzó luego de 4 horas de viaje desde Santiago, llegué al aeropuerto de Ezeiza directo a cambiar dólares y pesos argentinos para aprovechar las cosas ricas del duty free (ahora que tenía dinero en el bolsillo y aún no me tentaban las tiendas de moda y regalos alternativos, además de la rica comida, los buenos vinos...) Con plata en el bolsillo y todo en orden, tomé un taxi y comencé a sentir la esencia argentina, el encanto bonaerense, no fue más que el taxista saludara, para darme cuenta que estaba frente al típico porteño que habla de todo y sobre todo, desde política hasta economía, deteniéndose con pasión casi religiosa en el tema sagrado de todo buen argentino: EL FUTBOL. Pero más allá del tema, lo más simpático es que ¡tienen opinión para todo! y cuando los escuchas te preguntas si la crisis mundial habrá cortado los estudios de este hombre erudito de la política internacional obligándolo a buscar el sustento familiar en este trabajo o simplemente , vienen con el don de la palabra y la verborrea genéticamente estampados. 

Monumento de Los Españoles
        Y así, entre conversa y conversa, llegué a Palermo,el barrio más grande de esta ciudad y un importante e inmenso pulmón verde de ella. No había tiempo que perder y con todo acomodado en un acogedor departamento amoblado, con vista a la ciudad y de una privacidad inmejorable (sólo dos dptos en cada piso), parto a recorrer el sector, rodeado de bosques, grandes parques, estatuas europeas, lagos y un hermoso parque de rosas, entre muchas otras cosas. ¡Simplemente impresionante!, en solo un par de cuadras me encontré con un mundo completamente distinto, impensado, gigante, una inmensidad de verdor que te calma el alma, y pensé frente a una fuente abrazada por seres mitológicos, “estoy en una pequeña Europa”, pero con un suave susurro de tango susurrando en mi oído. 


Y con el corazón atónito, tomo la decisión de recorrer la ciudad a pie, porque ¡qué mejor que caminar y descubrir las “callecitas de buenos aires” por uno mismo!, lo más rápido es comenzar usando el Subte (metro) para llegar al centro, directo a la Casa Rosada, uno de los lugares obligados para todos los visitantes que buscan obtener la fotografía con fondo rosa para la posteridad y con ella una vez en la cámara, partí hacia el Obelisco, símbolo popular de todo evento importante del país, desde el fútbol hasta la política. Este se encuentra ubicado en la avenida más ancha del mundo que alberga dos vías (de ida y regreso) con hasta 7 columnas de vehículos por carril, una locura que junto con la audacia de los conductores convierte a esta avenida en una pista de carreras ¡sólo para valientes! , porque aquí impera la ley del más fuerte y si eres capaz de manejar entre gritos y velocidad, lo podrás hacer en cualquier parte del mundo. 

Luego de volver a encajar mi mandíbula, desubicada por tanta vorágine automovilística, el estómago comienza a exigir de manera poco lady, su recompensa por tanto caminar y el dónde comer se transforma en otra aventura, la mejor opción es elegir el típico plato argentino de milanesa, una “doña milanesa” que para el hambre es precisa y, te deja preparada para continuar explorando el lugar, luego de un descanso mirando y escuchando (sobretodo) a los argentinos que deambulan por el sector, que en boca en jarro analizan todo lo que la mente les permite. 



Puerto Madero


Con la guatita llena (qué manera de comer) mi próximo destino fue: Puerto Madero, uno de los barrios más exclusivos de la ciudad, rodeado cafés, tiendas, docks reciclados y el famoso Puente de la Mujer.






    Luego de las fotitos de rigor y de haber disfrutado el atardecer mirando el río, la mejor decisión es retornar al hogar, pero OH sorpresa, jamás pensé que iba a tener que afrontar vagones estrechos, bucear en un metro lleno hasta más no poder, sin ventilación y con un aire acondicionado que parece que murió hace tiempo,si me sentía como en una escena del Titanic, cuando la gente atrapada en una habitación trata de respirar el poco aire que queda en el lugar... pero sana y salva, y con los pulmones llenos de aire fresco, la única cosa en mente es preparar una rica cena y descansar para el siguiente día...

miércoles, 8 de junio de 2011

Qué se extraña cuando se extraña


Todo lo bueno tiene su lado malo, esa es la ley de la vida y aquí en Rapa Nui a veces el límite entre ambos está al borde de lo humanamente comprensible, sin ir más lejos, en ocasiones me siento en una obra de Kafka: demencial, agotadora, atrayente y por sobre todo cautivante. E igual que en el universo kafkiano, lo esencial para comprenderlo es ir dejando atrás la oscuridad y aprender a ver ,a través de ella, toda esa belleza que se ampara en la incertidumbre ... y en RapaNui ésta es parte de su vida y de su historia.

Ahu Tahai
   

Hace pocos días, hablando con una pareja de suecos, comentaron bajo las estrellas y compartiendo un rico mango sour, que la isla -según lo que habían apreciado en sus pocos días de estadía- era un lugar de ensueño para disfrutar de un descanso, pero un lugar difícil para quien decide vivir en ella. No ahondé en el cómo llegaron a esa apreciación (bastante correcta por lo demás), simplemente los miré y vi una tranquilidad inmensa en sus rostros por saber, quizás, que ellos partirían pronto a un país desconocido y se llevarían consigo, los mejores recuerdos de su viaje por Rapa Nui.

Ilustración Cuento Rani Vaero
 Porque viajar a la isla de vacaciones no es lo mismo que vivir en ella, el encanto que te brinda la naturaleza en cada paso que das es una maravillosa aventura al asombro constante, que jamás te agota y por el contrario, te hipnotiza sin darte cuenta. Pero la convivencia con su gente es otro asunto, un tanto complicado, principalmente porque en ocasiones se unen el orgullo de una raza depredadora y la tontera de quien no ve, y no quiere hacerlo, más allá de sus narices, no importa que vayan al abismo con su cultura o con sus recursos, ellos simplemente por tozudez no miran, no buscan, no mejoran y muchas veces... no piensan. Y es aquí cuando uno dice es mejor parar la máquina, tomar un avión y volver al frío de mierda que hace en Santiago. 



Ilustración Cuento Rani Vaero
Sin embargo, estos arrebatos se esfuman con rapidez cuando te sientas, por horas, como viejito en plaza de pueblo, mirando sólo el horizonte, sorprendiéndote con la acuarela de colores sobre el mar, cuando el sol comienza a despedirse. En este momento uno cambia el chip y ya no quiere alejarse, sino tomar sólo un descansito de la cotidianeidad rapanui y volver con las pilas cargadas a contribuir con este mundo perdido en el Pacífico y condenado a morir en manos de sus propios hijos.






Ilustración Cuento Rani Vaero
Porque la historia rapanui habla de devastación iniciada por su propia gente, de exterminio de especies, tanto de animales como de flora, efectuada a manos de los primeros nativos que habitaron la isla y que, según mi visión, se heredó a través del tiempo. Los rapanuis hablan mucho de “preservación del patrimonio, de recuperar lo robado por el extranjero, de cerrarse al mundo porque éste los destruye”, sin embargo, ellos mismos están matándose al no enseñar a sus hijos el idioma, al no compartir sus historias, al no preservar con el debido cuidado, cada uno de sus tesoros ancestrales guardados en el museo, al construir cada día más residenciales que no darán abasto a sus sueños de riqueza económica, al perder el horizonte en manos de aquello que ellos mismos, con sermón casi papal, indican como dañino para su pueblo, pero que ellos replican día a día.

IglesiaCatólica en Rapanui
Y ante esta realidad oculta y silenciosa, que llega a dar rabia y tristeza profunda una vez que comienzas a darte cuenta que no todo es tan maravilloso y puro como algunos desean plantearlo, me pregunto ¿Qué NO extrañaré de Rapa Nui?: el “esta es mi isla” y quien lo dice no tiene conciencia que ella es más que moais y Anakena, la tontera humana de aquellos que gritan en las calles FUERA LOS CHILENOS (cuando ellos mismos son hijos de chilenos y sus hijos están viviendo en el continente en casas de amigos o parientes continentales), la envidia casi genética de esta raza, la reinvindicación sin fundamentos, la falta de proyección de sus vidas y la pereza amparada en la ley del mínimo esfuerzo, … ah y se me olvidaban los chilenos sabelotodos que viajan acá (por suerte en menor cantidad) con maestrías en culturas antiguas y postgrados en astrofísica, sólo porque ven el Discovery y el History Channel.




Frente este panorama que me apena escribir y leer, porque no es un invención sino una realidad palpable, me pregunto ¿existe algo que cambie este desolador paisaje y me haga sonreír de tan sólo recordarlo? ufff...las olas que rugen cada noche con más ímpetu que la anterior, el cielo lleno de nubes rosas, la belleza del mar cuando miras en su interior, los miles de peces que juguetean a tus pies cuando descansas en sus aguas, las sorpresas cotidianas halladas en una caverna escondida, la simpatía de los perros callejeros, las frutas arrojadas a tus pies por un árbol generoso, las conversaciones en rapanui que no entiendo, pero que igual me incluyen, la cantidad de pescado que uno puede comer cuantas veces quiera y gratis, el despertar con los cascos de caballos que llevan a los niños al colegio y los miles de misterios que aún quedan por ver, escuchar y develar.