miércoles, 15 de junio de 2011

Alguna vez fue Buenos Aires


Parte II

        Al amanecer y luego de un reponedor cafecito en el cuerpo, parto al zoo de Buenos Aires, aquí podría haber estado todo el día, pero en mi caso decidí quedarme sólo durante la mañana, para continuar mi recorrido hacia el barrio San Telmo, famoso por los anticuarios que poseen sus tiendas en el sector, sus espectáculos callejeros de tango, sus calles de adoquines y antiguas casonas coloniales transformadas en tiendas vanguardistas, museos y galerías. Esto es lo maravilloso del sector, recorrer sus angostas callecitas e ir descubriendo las sorpresas que existen ahí, porque nada es lo que parece, una añosa casa puede albergar una bullante tienda de diseño, o un cálido lugar donde comer al son del bandoleón... sólo hay que abrir los ojos y explorar... porque incluso, te puedes topar con Mafalda ¡justo en la esquina Chile!.



A la mañana siguiente y a pesar de saber que descubrir Baires caminando es muy agotador, decido continuar con mi propio city tour e ir rumbo a los míticos Café la Biela y Tortoni. Primero, camino hacia el sector de Recoleta en busca de La Biela, un tradicional e histórico lugar de encuentro que guarda estrecha relación con otra de las aficiones porteñas: el automovilismo. No recuerdo mucho del café, pero SI recuerdo con singular precisión, que al salir de la cafetería, con sus mesas llenas de turistas, políticos y gente de alcurnia, me encontré con una sorpresa de esas que te dejan sin aliento, una maravilla de árbol en plena acera, un árbol gigante, con historia, quizás centenario, que extendía sus inmensas ramas a quien deseara sentarse a sus pies y simplemente ver la vida.


          Luego de este encantamiento natural, prosigo el viaje y cruzo toda la ciudad en busca del mítico Café Tortoni, cuando llegué había fila para poder entrar y luego de un ratito, pude entrar a este centenario café , toda una joya de arquitectura e historia argentina que te transporta en el tiempo al primer paso que das en su interior. Fundado en 1858, albergó a la nata de la cultura bonaerense, escritores, periodistas,pintores que iban diariamente aacudían acá a analizar el acontecer nacional bajo sus lámparas tiffany y el aroma de un delicioso café recién preparado. En recuerdo de esta etapa, hoy existe un rincón donde siempre se puede ver, y tomarse un fotito para mostrar a los amigos, a tres de los contertulios habitués del lugar, como fueron Carlos Gardel, Jorge Luis Borges y Alfonsina Storni.


Pero la magia no termina aquí, todo el lugar es hermoso, sus mozos sonrientes posan para los turistas y también las hacen de fotógrafos, sus paredes también están llenas de historia, de fotos y cuadros y en cada espacio que uno aprecia, se alberga una sorpresa para el viajero, como lo fue descubrir una pequeña sala de exposición adornada con una gran fotografía de la cuidad de noche y al costado, otra de la fachada antigua del café, que junto a una pequeña mesita instalada frente a ambas, son el escenario perfecto para guardar un recuerdo de este mágico lugar, un lugar que mezcla de manera extraña un pasado y un presente, en un ahora palpitante.


    Y así, cada noche con el cuerpo cansado de tanto caminar y de comer (porque pucha que comí en Argentina), de visitar bibliotecas de cuentos, donde los libros tiene olor a chocolate; de pasear entre los anticuarios, de degustar buenos vinos blancos argentinos (porque los tintos chilenos son insuperables), ver a los viejos con su pañuelo al cuello y sus perfiles aguileños, a las mujeres siempre listas para algún evento social y a los jóvenes con un aire desaliñado, pero siempre fashion; termina otro día, esta vez el último, de un viaje apasionante que se descubrió pasito a pasito, siendo un turista en las grandes avenidas bonaerenses y dejando ocultos miles de espacios que aún esperan por mí... así es la ciudad más europea de América Latina, ruidosa, colorida e inmensa, pero por sobre todo, una ciudad que siempre tendrá un nuevo, o quizás, viejo encanto por descubrir.

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