martes, 21 de junio de 2011

Cuando pierdes los sentidos


Parte II y final

Caminé y viajé en auto desde las 9 de la mañana hasta las 17 horas, sin más comida que un capuchino a las 8.30 y unas galletitas de avena, hasta las 15 horas todo andaba bien, pero ya a las 16 horas el estómago comenzaba a reclamar de manera un poco impúdica y había que parar, pero antes... esos antes del viajero son tan entretenidos que te hacen perder el sentido del tiempo y de las carencias propias y sólo piensas en descubrir y descubrir.



Antes de buscar un rico lugar para comer había que ver ANA TE PAHU, la cueva de los plátanos, ¡SI! una cueva llena de árboles bananeros, lástima que en esta época sólo quedaban rastros de los visitantes anteriores y nada para mí. Una muy gastada escalera de tierra y piedras te lleva rumbo a esta maravillosa cueva que se presenta al llegar al último escalón, un bosque de plátanos, verdes y grandes que debes mirar por sobre tu cabeza, una selva de largas ramas que están “criando” su fruto en silencio y que con la ayuda del agua que corre por esta caverna y por sus sendas interiores, le permite vivir por siempre en verde y “parir” cuando la naturaleza considera necesario. Quien lo diría, encontrarse con una plantación natural de bananas en un hoyo, porque al ir en busca de Ana Te Pau uno sólo distingue un agujero, pero que en su interior posee laberínticos caminos que sólo puedes recorrer con linterna en mano, para no perder el horizonte y no perderte en su búsqueda, porque cuando uno baja cree, como en todos los viajes en la isla, que la aventura es sólo lo que vez, pero como siempre, hay mucho más allá de lo que tus propios ojos y la madre natura te permiten apreciar. 

Feliz y contenta y ahora sí, con la necesidad de darme una recompensa, parto nuevamente al pueblo en busca de un lugar rico para comer y prepararme para el gran final, un final que nunca imaginé sería de esa manera. Pero bueno, hay que comer y en mente estaban las famosas empanadas de tuna fish, (en vez de los famosos completos de los carritos que conocemos, en Rapa Nui, los carritos venden empanadas de todo tipo), sin embargo ya había escuchado sobre un lugar frente al cementerio católico que tenía la fama de preparar el mejor ceviche de la isla. Aquí no hay música con ukelele, ni locales tomando ni hablando a todo lo que dan sus gargantas, aquí en Miró ( por si acaso desean venir a conocerlo) hay una pequeña terraza que mira al mar y a un surrealista paisaje que atraviesa el cementerio lleno de colores y alegría. La carta es variada y al son de una suave música, quizás de Morcheeba, elijo el plato fuerte de la casa, un ceviche de atún acompañado de un jugo de mango, UN GIGANTESCO JUGO, UN DELICIOSO JUGO, que me ayuda a esperar mirando el mar y jugando con un simpático perrito que no encuentra nada mejor que pelear con mi chaqueta, y en eso estoy, peleando con el perrito cuando aparece el ceviche, en una presentación linda, sencilla y con un aroma de sueños, y al probarlo... creo que se abrió el cielo, estaba maravilloso, un golpe de energía para el resto del viaje.


Con la hora pisándome los pies, la urgencia por llegar al último lugar apremia, hay que llegar a ANA KAKENGA antes que el sol se despida. Llego al fin, miro y me parece una broma de la naturaleza, ante mi un hoyo en la tierra, un hoyo de conejo, un agujero negro que no dejaba ver nada en su interior, ¿es una broma, cierto? ¿dónde está la cueva?... nooo aquí no hay nada, cómo voy a meterme ahí, en ESE AGUJERO NEGRO, donde apenas cabe una persona...nooo. Bueno... a esto he venido, a la famo
sa cueva de las dos ventanas, donde cuenta la leyenda que un hombre raptó a una mujer para evitar que ésta se casara con otro y vivieron en la cueva por muchos años, alejados de todo y de todos. 

    Me armo de valor, busco la lintera de la cuan tanto me dijeron debía tener para entrar en ella y Oh, no la tengo , sólo mi básico, casi de juguete, celular ,que si no tiene juegos menos una luz decente, pero tengo mi cámara fotográfica, bien vamos a entrar... ¡DIOS esto se ve duro!, perdón, ¡esto no se ve!, aquí entrando sentada al agujero inmediatamente me envuelve una oscuridad inmensa, poderosa, que se siente alrededor , que pesa sobre mis hombros. Nada se compara con cada minuto que avanzo casi nada, que me arrastro sentada porque no tengo ningún referente, ni de las distancias, ni de hacia dónde voy, trato de ver, y mis ojos por más que se esfuerzan sólo ven en negro, por más que me esfuerzo tontamente para ver donde, no hay nada más que vacío y es tanta la presión que auto-ejerzo, que mis otros sentidos se bloquean y no siento, no escucho, es una verdadera tortura china y pienso en abandonar, en rendirme, porque nadie me dijo cuanto debo bajar para ver la sorpresa, nadie me habló de tiempo y el tan sólo imaginarme arrastrándome en silencio por las entrañas de las tierras por horas me asustó, me aterró, pero luego pensé, aquí vienen muchos turistas, incluso niños, así que no debo temer, no debo ser tonta y continuar. 
Prosigo mi descenso, me aferro a una roca para poder moverme con tranquilidad, pero ésta se mueve y pienso en la fragilidad de mi ser, en estar en el vientre de la tierra sin nada más que mi esencia, pienso en esta caverna que me ha despojado de todos mis sentidos, dejándome completamente desnuda... debo haber bajado uno tres metros y de repente, escucho casi como un murmullo el mar, ronco, furioso, luego se ve una luz, literalmente una luz al final del túnel y con la sensación de angustia a mil, veo las grandiosas dos ventanas, dos ojos que destruyen la oscuridad y dejan ver un paisaje que borra el temor por completo. Me siento en el borde de una de ellas y miro con tranquilidad el mar, siento el viento y mi respiración, me veo y puedo ver... ¡qué maravilla, qué hermoso se ve el mundo desde aquí!. Este momento es increíble, es renacer, es saber que estás presente, es volver a sentir, simplemente volver a la luz.

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