martes, 21 de junio de 2011

Cuando pierdes los sentidos


Parte II y final

Caminé y viajé en auto desde las 9 de la mañana hasta las 17 horas, sin más comida que un capuchino a las 8.30 y unas galletitas de avena, hasta las 15 horas todo andaba bien, pero ya a las 16 horas el estómago comenzaba a reclamar de manera un poco impúdica y había que parar, pero antes... esos antes del viajero son tan entretenidos que te hacen perder el sentido del tiempo y de las carencias propias y sólo piensas en descubrir y descubrir.



Antes de buscar un rico lugar para comer había que ver ANA TE PAHU, la cueva de los plátanos, ¡SI! una cueva llena de árboles bananeros, lástima que en esta época sólo quedaban rastros de los visitantes anteriores y nada para mí. Una muy gastada escalera de tierra y piedras te lleva rumbo a esta maravillosa cueva que se presenta al llegar al último escalón, un bosque de plátanos, verdes y grandes que debes mirar por sobre tu cabeza, una selva de largas ramas que están “criando” su fruto en silencio y que con la ayuda del agua que corre por esta caverna y por sus sendas interiores, le permite vivir por siempre en verde y “parir” cuando la naturaleza considera necesario. Quien lo diría, encontrarse con una plantación natural de bananas en un hoyo, porque al ir en busca de Ana Te Pau uno sólo distingue un agujero, pero que en su interior posee laberínticos caminos que sólo puedes recorrer con linterna en mano, para no perder el horizonte y no perderte en su búsqueda, porque cuando uno baja cree, como en todos los viajes en la isla, que la aventura es sólo lo que vez, pero como siempre, hay mucho más allá de lo que tus propios ojos y la madre natura te permiten apreciar. 

Feliz y contenta y ahora sí, con la necesidad de darme una recompensa, parto nuevamente al pueblo en busca de un lugar rico para comer y prepararme para el gran final, un final que nunca imaginé sería de esa manera. Pero bueno, hay que comer y en mente estaban las famosas empanadas de tuna fish, (en vez de los famosos completos de los carritos que conocemos, en Rapa Nui, los carritos venden empanadas de todo tipo), sin embargo ya había escuchado sobre un lugar frente al cementerio católico que tenía la fama de preparar el mejor ceviche de la isla. Aquí no hay música con ukelele, ni locales tomando ni hablando a todo lo que dan sus gargantas, aquí en Miró ( por si acaso desean venir a conocerlo) hay una pequeña terraza que mira al mar y a un surrealista paisaje que atraviesa el cementerio lleno de colores y alegría. La carta es variada y al son de una suave música, quizás de Morcheeba, elijo el plato fuerte de la casa, un ceviche de atún acompañado de un jugo de mango, UN GIGANTESCO JUGO, UN DELICIOSO JUGO, que me ayuda a esperar mirando el mar y jugando con un simpático perrito que no encuentra nada mejor que pelear con mi chaqueta, y en eso estoy, peleando con el perrito cuando aparece el ceviche, en una presentación linda, sencilla y con un aroma de sueños, y al probarlo... creo que se abrió el cielo, estaba maravilloso, un golpe de energía para el resto del viaje.


Con la hora pisándome los pies, la urgencia por llegar al último lugar apremia, hay que llegar a ANA KAKENGA antes que el sol se despida. Llego al fin, miro y me parece una broma de la naturaleza, ante mi un hoyo en la tierra, un hoyo de conejo, un agujero negro que no dejaba ver nada en su interior, ¿es una broma, cierto? ¿dónde está la cueva?... nooo aquí no hay nada, cómo voy a meterme ahí, en ESE AGUJERO NEGRO, donde apenas cabe una persona...nooo. Bueno... a esto he venido, a la famo
sa cueva de las dos ventanas, donde cuenta la leyenda que un hombre raptó a una mujer para evitar que ésta se casara con otro y vivieron en la cueva por muchos años, alejados de todo y de todos. 

    Me armo de valor, busco la lintera de la cuan tanto me dijeron debía tener para entrar en ella y Oh, no la tengo , sólo mi básico, casi de juguete, celular ,que si no tiene juegos menos una luz decente, pero tengo mi cámara fotográfica, bien vamos a entrar... ¡DIOS esto se ve duro!, perdón, ¡esto no se ve!, aquí entrando sentada al agujero inmediatamente me envuelve una oscuridad inmensa, poderosa, que se siente alrededor , que pesa sobre mis hombros. Nada se compara con cada minuto que avanzo casi nada, que me arrastro sentada porque no tengo ningún referente, ni de las distancias, ni de hacia dónde voy, trato de ver, y mis ojos por más que se esfuerzan sólo ven en negro, por más que me esfuerzo tontamente para ver donde, no hay nada más que vacío y es tanta la presión que auto-ejerzo, que mis otros sentidos se bloquean y no siento, no escucho, es una verdadera tortura china y pienso en abandonar, en rendirme, porque nadie me dijo cuanto debo bajar para ver la sorpresa, nadie me habló de tiempo y el tan sólo imaginarme arrastrándome en silencio por las entrañas de las tierras por horas me asustó, me aterró, pero luego pensé, aquí vienen muchos turistas, incluso niños, así que no debo temer, no debo ser tonta y continuar. 
Prosigo mi descenso, me aferro a una roca para poder moverme con tranquilidad, pero ésta se mueve y pienso en la fragilidad de mi ser, en estar en el vientre de la tierra sin nada más que mi esencia, pienso en esta caverna que me ha despojado de todos mis sentidos, dejándome completamente desnuda... debo haber bajado uno tres metros y de repente, escucho casi como un murmullo el mar, ronco, furioso, luego se ve una luz, literalmente una luz al final del túnel y con la sensación de angustia a mil, veo las grandiosas dos ventanas, dos ojos que destruyen la oscuridad y dejan ver un paisaje que borra el temor por completo. Me siento en el borde de una de ellas y miro con tranquilidad el mar, siento el viento y mi respiración, me veo y puedo ver... ¡qué maravilla, qué hermoso se ve el mundo desde aquí!. Este momento es increíble, es renacer, es saber que estás presente, es volver a sentir, simplemente volver a la luz.

jueves, 16 de junio de 2011

Cuando pierdes los sentidos


Experimentar la pérdida de los sentidos puede ser excitante dependiendo de la manera que te suceda, los puedes perder por amor, por pasión, por odio... pero la parte más terrenal y dura, es cuando los pierdes de manera concreta, real y sin mayor explicación la vida te despoja de toda conexión con la realidad...te quedas sin visión, sin gusto, sin capacidad para palpar el mundo, ¿cómo vivir así?, ¿cómo afrontar el futuro si no lo puedes ver?, ¿si no lo puedes imaginar?. Aquí un relato de como la isla me robó mis sentidos y me arrojó en medio del abismo.


A medida que pasan los días uno no se cansa de seguir descubriendo las maravillas que la isla ofrece, nada es igual, nada cae en “Ah, esto ya lo he visto”, en cualquier lugar de la isla siempre hay un nuevo paisaje que admirar, sin embargo, hay lugares que casi por ley, debes visitar estando en la isla. Así que agarré mi botella de agua, mi cámara fotográfica con pilas recién cargadas, mis mejores zapatillas para caminar todo un día y emprendí camino hacia la historia contada por las montañas, hacia la roca que te invita a mirar con detenimiento, hacia un pequeño agujero que te llama para ver más allá y hacia el misterio de la ruptura de un esquema milenario. 

Pukaos en Puna Pau
Las miles de especulaciones sobre la construcción y traslado de los moais hacia sus altares, van muy bien acompañadas de las historias y cientos de preguntas que han desencadenado también, sus enigmáticos “pukaos” (sombreros). Aquí en PUNA PAU, uno puede conocer el taller de los “gorritos”, donde en las laderas de su montaña todavía se aprecian los restos de algunos pukaos y en otros, se pueden ver sombreros completamente terminados, un poco erosionados por el paso milenario de la naturaleza sobre ellos, y que fueron abandonados debido a las guerra de clanes, no llegando jamás a cumplir con su misión: coronar a un moai. Al conocer el lugar donde los orejas cortas los construyeron por orden de los gobernantes orejas largas, uno se pregunta cómo los movilizaron desde aquí (se sabe que rodando, pero las distancias son WOW), desde la cima de una montaña que no te permite estar en pie porque el viento te bota con facilidad, hacia los centros ceremoniales que se ubican en el borde costero, estamos hablando de un mínimo de 3 kilómetros y más de 10 en otros casos, toda una hazaña que hoy se puede apreciar y comprender en todo su esplendor cuando comienzas a ir en busca de los altares más emblemáticos y te sigues preguntando cómo lo hicieron. 



Ahu Akivi
Habiendo visto los famosos pukaos y aún con la incógnita en mi mente, continuo mi camino hacia un lugar enigmático, lleno de supuestos y leyendas, escondido en un camino silencioso, donde pareciera estar olvidado por el tiempo, pero que se mantiene erguido con la prestancia de los supremos, de los primeros, de los 7. Estoy hablando de AKIVI, el único altar que mira hacia el mar y que posee en su plataforma a 7 moais que recuerdan a los elegidos por el rey Hotu Matua para preparar esta tierra, para su llegada y la de su gente. Pero el enigma de este lugar no es la historia de quienes son, o a qué vinieron a esta isla, sino su posición con respecto al 99 por ciento de ellos, éstos están mirando hacia el mar, quizás esperando a su rey, quizás mirando a su antiguo hogar, quizás mirando algo que nadie jamás sabrá; este es el enigma, por qué estos silentes hombres de piedra miran al mar desde un lugar tan alejado de la costa, en solitario, sin dejar más rastro que sus caras firmes frente al horizonte...este es otro misterio que sólo las estrellas podrán develar.



Pensativa y sorprendida por lo visto hasta el momento, sin capacidad para comprender, sin la capacidad de proyectar mis ojos hacia el punto final de los 7, sin la posibilidad de acariciar la historia, camino al punto clave de todo: RANO RARAKU, el sitio arqueológico obligado de todo visitante para ver en gloria y majestad cuan grande fueron y son los moais. Ya desde la entrada uno queda literalmente con la boca abierta frente a un inmenso campo, lleno de gigantescas estatuas de piedra, aún pegadas a la montaña, algunas enterradas por la naturaleza en la tierra, otras derruidas hasta mimetizarse con la roca viva y algunas simplemente únicas en su existencia,como lo es el MOAI ARRODILLADO, único en su clase porque representante a los orejas cortas, es decir, a los esclavos que tallaban los moais y que en algún momento quizás (esto es sólo hipótesis), dejaron de hacerlos para sus reyes y a escondidas, depositaron la miradas sobre ellos mismos, representándose de rodillas quizás con la intención oculta ya, de levantarse ante la opresión o simplemente como signo de su pasado propio y cercano. Nadie sabe con certeza, nadie puede asegurar nada sin un manto de dudas sobre su cabeza, sólo les puedo decir, porque yo lo viví, que este es el rincón arqueológico más mágico de toda la isla, simplemente porque todo lo que miras a tu derredor está vivo, dormido, pero palpitante, nada parece inerte, por lo contrario, listo para volver a ponerse de pie, sobre sus más de 10 metros de altura y mirar al mundo con una perspectiva única, porque ellos son y siempre serán extraordinarios. 


Pero Rano Raraku no sólo asombra por sus monumentales estatutas, sino también por su abanico de paisajes, por un lado tienes una montaña que florece moais, por otra un camino sinuoso de colinas desérticas, amarillentas que te hacen recordar inmediatamente las películas de pistoleros y de toro sentado, y cuando esperas ver un cactus coronando esta imagen ¡BUM! tienes frente a tí una laguna rodeada de totora, con caballos pastando muy de cerca de ella o comiendo las flores de los árboles y en realidad, no estás caminado por una pradera normal, sino en la orilla de un cráter ,que cedió su terreno a la madre naturaleza para que lo engalanara con agua dulce. Wow, increíble, ¡camino y puedo tocar el agua depositada en este cráter y si quiero podría nadar en él!, y cuando aún pienso con qué me asombrará el lugar me encuentro con una reciente excavación de moais en plena faena de limpieza y estudios... que más puedo pedir, si incluso pude sentarme cerca de un moai que mira hacia la laguna y junto a él simplemente descansar y deleitarme. 

Pero aún lo mejor estaba por venir, lo mejor y más aterrador que me haya pasado en este pedazo de tierra arrojado en el medio del pacífico...

miércoles, 15 de junio de 2011

Alguna vez fue Buenos Aires


Parte II

        Al amanecer y luego de un reponedor cafecito en el cuerpo, parto al zoo de Buenos Aires, aquí podría haber estado todo el día, pero en mi caso decidí quedarme sólo durante la mañana, para continuar mi recorrido hacia el barrio San Telmo, famoso por los anticuarios que poseen sus tiendas en el sector, sus espectáculos callejeros de tango, sus calles de adoquines y antiguas casonas coloniales transformadas en tiendas vanguardistas, museos y galerías. Esto es lo maravilloso del sector, recorrer sus angostas callecitas e ir descubriendo las sorpresas que existen ahí, porque nada es lo que parece, una añosa casa puede albergar una bullante tienda de diseño, o un cálido lugar donde comer al son del bandoleón... sólo hay que abrir los ojos y explorar... porque incluso, te puedes topar con Mafalda ¡justo en la esquina Chile!.



A la mañana siguiente y a pesar de saber que descubrir Baires caminando es muy agotador, decido continuar con mi propio city tour e ir rumbo a los míticos Café la Biela y Tortoni. Primero, camino hacia el sector de Recoleta en busca de La Biela, un tradicional e histórico lugar de encuentro que guarda estrecha relación con otra de las aficiones porteñas: el automovilismo. No recuerdo mucho del café, pero SI recuerdo con singular precisión, que al salir de la cafetería, con sus mesas llenas de turistas, políticos y gente de alcurnia, me encontré con una sorpresa de esas que te dejan sin aliento, una maravilla de árbol en plena acera, un árbol gigante, con historia, quizás centenario, que extendía sus inmensas ramas a quien deseara sentarse a sus pies y simplemente ver la vida.


          Luego de este encantamiento natural, prosigo el viaje y cruzo toda la ciudad en busca del mítico Café Tortoni, cuando llegué había fila para poder entrar y luego de un ratito, pude entrar a este centenario café , toda una joya de arquitectura e historia argentina que te transporta en el tiempo al primer paso que das en su interior. Fundado en 1858, albergó a la nata de la cultura bonaerense, escritores, periodistas,pintores que iban diariamente aacudían acá a analizar el acontecer nacional bajo sus lámparas tiffany y el aroma de un delicioso café recién preparado. En recuerdo de esta etapa, hoy existe un rincón donde siempre se puede ver, y tomarse un fotito para mostrar a los amigos, a tres de los contertulios habitués del lugar, como fueron Carlos Gardel, Jorge Luis Borges y Alfonsina Storni.


Pero la magia no termina aquí, todo el lugar es hermoso, sus mozos sonrientes posan para los turistas y también las hacen de fotógrafos, sus paredes también están llenas de historia, de fotos y cuadros y en cada espacio que uno aprecia, se alberga una sorpresa para el viajero, como lo fue descubrir una pequeña sala de exposición adornada con una gran fotografía de la cuidad de noche y al costado, otra de la fachada antigua del café, que junto a una pequeña mesita instalada frente a ambas, son el escenario perfecto para guardar un recuerdo de este mágico lugar, un lugar que mezcla de manera extraña un pasado y un presente, en un ahora palpitante.


    Y así, cada noche con el cuerpo cansado de tanto caminar y de comer (porque pucha que comí en Argentina), de visitar bibliotecas de cuentos, donde los libros tiene olor a chocolate; de pasear entre los anticuarios, de degustar buenos vinos blancos argentinos (porque los tintos chilenos son insuperables), ver a los viejos con su pañuelo al cuello y sus perfiles aguileños, a las mujeres siempre listas para algún evento social y a los jóvenes con un aire desaliñado, pero siempre fashion; termina otro día, esta vez el último, de un viaje apasionante que se descubrió pasito a pasito, siendo un turista en las grandes avenidas bonaerenses y dejando ocultos miles de espacios que aún esperan por mí... así es la ciudad más europea de América Latina, ruidosa, colorida e inmensa, pero por sobre todo, una ciudad que siempre tendrá un nuevo, o quizás, viejo encanto por descubrir.

sábado, 11 de junio de 2011

Alguna vez fue Buenos Aires


Primera Parte

Cierta noche una chica suiza comentó que antes de viajar a Chile, había estado en Buenos Aires, ciudad que detestó, por qué le pregunté, y me dijo: por lo monstruosa, todo era demasiado grande, casi inmenso. Qué raro me dije, cuando a mí fue esa inmensidad lo que más me cautivó de ella. Con esta idea en mi cabeza, la de la inmensidad de la ciudad porteña, recordé mi viaje a Buenos Aires y lo maravillada que quedé con esta impresionante ciudad de más de 12 millones de habitantes. No sé a ciencia cierta si fue esa mezcla de estilo europeo, vanguardia y esquinas tangueras lo que me cautivó desde las primeras horas de mi llegada, o el poder ver por fin, en vivo y en directo, a esta ciudad tan famosa a nivel mundial.


Aeropuerto de Santiago.
        Mi aventura comenzó luego de 4 horas de viaje desde Santiago, llegué al aeropuerto de Ezeiza directo a cambiar dólares y pesos argentinos para aprovechar las cosas ricas del duty free (ahora que tenía dinero en el bolsillo y aún no me tentaban las tiendas de moda y regalos alternativos, además de la rica comida, los buenos vinos...) Con plata en el bolsillo y todo en orden, tomé un taxi y comencé a sentir la esencia argentina, el encanto bonaerense, no fue más que el taxista saludara, para darme cuenta que estaba frente al típico porteño que habla de todo y sobre todo, desde política hasta economía, deteniéndose con pasión casi religiosa en el tema sagrado de todo buen argentino: EL FUTBOL. Pero más allá del tema, lo más simpático es que ¡tienen opinión para todo! y cuando los escuchas te preguntas si la crisis mundial habrá cortado los estudios de este hombre erudito de la política internacional obligándolo a buscar el sustento familiar en este trabajo o simplemente , vienen con el don de la palabra y la verborrea genéticamente estampados. 

Monumento de Los Españoles
        Y así, entre conversa y conversa, llegué a Palermo,el barrio más grande de esta ciudad y un importante e inmenso pulmón verde de ella. No había tiempo que perder y con todo acomodado en un acogedor departamento amoblado, con vista a la ciudad y de una privacidad inmejorable (sólo dos dptos en cada piso), parto a recorrer el sector, rodeado de bosques, grandes parques, estatuas europeas, lagos y un hermoso parque de rosas, entre muchas otras cosas. ¡Simplemente impresionante!, en solo un par de cuadras me encontré con un mundo completamente distinto, impensado, gigante, una inmensidad de verdor que te calma el alma, y pensé frente a una fuente abrazada por seres mitológicos, “estoy en una pequeña Europa”, pero con un suave susurro de tango susurrando en mi oído. 


Y con el corazón atónito, tomo la decisión de recorrer la ciudad a pie, porque ¡qué mejor que caminar y descubrir las “callecitas de buenos aires” por uno mismo!, lo más rápido es comenzar usando el Subte (metro) para llegar al centro, directo a la Casa Rosada, uno de los lugares obligados para todos los visitantes que buscan obtener la fotografía con fondo rosa para la posteridad y con ella una vez en la cámara, partí hacia el Obelisco, símbolo popular de todo evento importante del país, desde el fútbol hasta la política. Este se encuentra ubicado en la avenida más ancha del mundo que alberga dos vías (de ida y regreso) con hasta 7 columnas de vehículos por carril, una locura que junto con la audacia de los conductores convierte a esta avenida en una pista de carreras ¡sólo para valientes! , porque aquí impera la ley del más fuerte y si eres capaz de manejar entre gritos y velocidad, lo podrás hacer en cualquier parte del mundo. 

Luego de volver a encajar mi mandíbula, desubicada por tanta vorágine automovilística, el estómago comienza a exigir de manera poco lady, su recompensa por tanto caminar y el dónde comer se transforma en otra aventura, la mejor opción es elegir el típico plato argentino de milanesa, una “doña milanesa” que para el hambre es precisa y, te deja preparada para continuar explorando el lugar, luego de un descanso mirando y escuchando (sobretodo) a los argentinos que deambulan por el sector, que en boca en jarro analizan todo lo que la mente les permite. 



Puerto Madero


Con la guatita llena (qué manera de comer) mi próximo destino fue: Puerto Madero, uno de los barrios más exclusivos de la ciudad, rodeado cafés, tiendas, docks reciclados y el famoso Puente de la Mujer.






    Luego de las fotitos de rigor y de haber disfrutado el atardecer mirando el río, la mejor decisión es retornar al hogar, pero OH sorpresa, jamás pensé que iba a tener que afrontar vagones estrechos, bucear en un metro lleno hasta más no poder, sin ventilación y con un aire acondicionado que parece que murió hace tiempo,si me sentía como en una escena del Titanic, cuando la gente atrapada en una habitación trata de respirar el poco aire que queda en el lugar... pero sana y salva, y con los pulmones llenos de aire fresco, la única cosa en mente es preparar una rica cena y descansar para el siguiente día...

miércoles, 8 de junio de 2011

Qué se extraña cuando se extraña


Todo lo bueno tiene su lado malo, esa es la ley de la vida y aquí en Rapa Nui a veces el límite entre ambos está al borde de lo humanamente comprensible, sin ir más lejos, en ocasiones me siento en una obra de Kafka: demencial, agotadora, atrayente y por sobre todo cautivante. E igual que en el universo kafkiano, lo esencial para comprenderlo es ir dejando atrás la oscuridad y aprender a ver ,a través de ella, toda esa belleza que se ampara en la incertidumbre ... y en RapaNui ésta es parte de su vida y de su historia.

Ahu Tahai
   

Hace pocos días, hablando con una pareja de suecos, comentaron bajo las estrellas y compartiendo un rico mango sour, que la isla -según lo que habían apreciado en sus pocos días de estadía- era un lugar de ensueño para disfrutar de un descanso, pero un lugar difícil para quien decide vivir en ella. No ahondé en el cómo llegaron a esa apreciación (bastante correcta por lo demás), simplemente los miré y vi una tranquilidad inmensa en sus rostros por saber, quizás, que ellos partirían pronto a un país desconocido y se llevarían consigo, los mejores recuerdos de su viaje por Rapa Nui.

Ilustración Cuento Rani Vaero
 Porque viajar a la isla de vacaciones no es lo mismo que vivir en ella, el encanto que te brinda la naturaleza en cada paso que das es una maravillosa aventura al asombro constante, que jamás te agota y por el contrario, te hipnotiza sin darte cuenta. Pero la convivencia con su gente es otro asunto, un tanto complicado, principalmente porque en ocasiones se unen el orgullo de una raza depredadora y la tontera de quien no ve, y no quiere hacerlo, más allá de sus narices, no importa que vayan al abismo con su cultura o con sus recursos, ellos simplemente por tozudez no miran, no buscan, no mejoran y muchas veces... no piensan. Y es aquí cuando uno dice es mejor parar la máquina, tomar un avión y volver al frío de mierda que hace en Santiago. 



Ilustración Cuento Rani Vaero
Sin embargo, estos arrebatos se esfuman con rapidez cuando te sientas, por horas, como viejito en plaza de pueblo, mirando sólo el horizonte, sorprendiéndote con la acuarela de colores sobre el mar, cuando el sol comienza a despedirse. En este momento uno cambia el chip y ya no quiere alejarse, sino tomar sólo un descansito de la cotidianeidad rapanui y volver con las pilas cargadas a contribuir con este mundo perdido en el Pacífico y condenado a morir en manos de sus propios hijos.






Ilustración Cuento Rani Vaero
Porque la historia rapanui habla de devastación iniciada por su propia gente, de exterminio de especies, tanto de animales como de flora, efectuada a manos de los primeros nativos que habitaron la isla y que, según mi visión, se heredó a través del tiempo. Los rapanuis hablan mucho de “preservación del patrimonio, de recuperar lo robado por el extranjero, de cerrarse al mundo porque éste los destruye”, sin embargo, ellos mismos están matándose al no enseñar a sus hijos el idioma, al no compartir sus historias, al no preservar con el debido cuidado, cada uno de sus tesoros ancestrales guardados en el museo, al construir cada día más residenciales que no darán abasto a sus sueños de riqueza económica, al perder el horizonte en manos de aquello que ellos mismos, con sermón casi papal, indican como dañino para su pueblo, pero que ellos replican día a día.

IglesiaCatólica en Rapanui
Y ante esta realidad oculta y silenciosa, que llega a dar rabia y tristeza profunda una vez que comienzas a darte cuenta que no todo es tan maravilloso y puro como algunos desean plantearlo, me pregunto ¿Qué NO extrañaré de Rapa Nui?: el “esta es mi isla” y quien lo dice no tiene conciencia que ella es más que moais y Anakena, la tontera humana de aquellos que gritan en las calles FUERA LOS CHILENOS (cuando ellos mismos son hijos de chilenos y sus hijos están viviendo en el continente en casas de amigos o parientes continentales), la envidia casi genética de esta raza, la reinvindicación sin fundamentos, la falta de proyección de sus vidas y la pereza amparada en la ley del mínimo esfuerzo, … ah y se me olvidaban los chilenos sabelotodos que viajan acá (por suerte en menor cantidad) con maestrías en culturas antiguas y postgrados en astrofísica, sólo porque ven el Discovery y el History Channel.




Frente este panorama que me apena escribir y leer, porque no es un invención sino una realidad palpable, me pregunto ¿existe algo que cambie este desolador paisaje y me haga sonreír de tan sólo recordarlo? ufff...las olas que rugen cada noche con más ímpetu que la anterior, el cielo lleno de nubes rosas, la belleza del mar cuando miras en su interior, los miles de peces que juguetean a tus pies cuando descansas en sus aguas, las sorpresas cotidianas halladas en una caverna escondida, la simpatía de los perros callejeros, las frutas arrojadas a tus pies por un árbol generoso, las conversaciones en rapanui que no entiendo, pero que igual me incluyen, la cantidad de pescado que uno puede comer cuantas veces quiera y gratis, el despertar con los cascos de caballos que llevan a los niños al colegio y los miles de misterios que aún quedan por ver, escuchar y develar.



 

miércoles, 1 de junio de 2011

La belleza de la simpleza cotidiana


Recuerdo que un turista con nacionalidad desconocida, un viajero del mundo, comentó que cuando estuvo en Kenia como voluntario de paz, palpó la pobreza más extrema de toda su vida, con familias que cada día veían morir a un hijo o un padre, comiendo sólo granos junto a sus animales, porque no tenían otra cosa que llevarse al estómago, ni otro lugar dónde hacerlo y, ante esta triste realidad él preguntó si ellos deseaban dejar sus secas tierras y buscar mejores condiciones de vida, la respuesta es increíble “nadie dijo sí”, porque en esa pobreza y en esa simpleza surrealista ellos vivían y amaban, salir de ahí significaba muerte... ellos amaban la belleza de su simpleza cotidiana.




Escuchando y viendo a algunos extranjeros maravillados con la simpleza de la vida fuera de su país, un mundo que es desconocido y misterioso para ellos, porque habla de creencias casi sacadas de enciclopedias, de miradas distintas, de otras realidades, no buenas, ni malas, sólo diferentes y bellas por su simpleza, recordé, mejor dicho, tomé en cuenta mi propio discurso acerca de cómo abordar el turismo en determinados sectores del país: “A los extranjeros -dije- en especial de los países desarrollados, hay que llevarlos al campo, dejarlos en un camino de tierra, ojalá con un poco de barro y para su felicidad máxima, hay que ponerles una vaca que diga mu, con esto van a quedar felices”.


Francés+Leña=Felicidad
  
Estas palabras que parecerán ridículas para algunos, han tomado forma y fondo en Rapa Nui, donde he podido escuchar con vehemencia que los extranjeros (quizás en mayor grado los europeos), son movilizados por una nostalgia por lo dejado, por lo que se perdió en virtud de un desarrollo necesario, pero siempre con un costo. Ellos no buscan grandes ciudades, modernidad, resort all incluided, ellos vienen por la simpleza de un cable de luz, por un camino de tierra, por ver y mostrar a sus hijos que existen animales viviendo libres y no en zoológicos, por comer con la mano y sentir miedo cuando la madre natura dice hoy mando yo. 


Quizás quede corta en mis palabras, pero llega a ser extraño que una mujer de suiza, uno de los países con mejor calidad de vida del mundo, un país rico y estable, al cual muchas veces hemos mirado y admirado por su economía, beneficios sociales y chocolates, te diga “quiero cambiar mi vida, dejar mi país y vivir en Latinoamerica”... perdón, eso es una locura, pensé, pero su respuesta es simple, ella quería vivir acá porque, simplemente, la gente disfrutaba su vida. Otra niña me comentaba que le encantaban los cables de luz y entre más habían en los postes, mucho mejor, porque en su país no hay, todo es pulcro y ordenado y un cable y la oportunidad de poder llevar un recuerdo de él, era una señal de vida.

Tal vez por esto, los paseos realizados en el hostal toman un matiz casi místico para los extranjeros, son una nueva realidad que deben afrontar desde una perspectiva COMPLETAMENTE distinta para su cultura, incluyendo detalles simples y cotidianos como lo son un cuándo y un dónde. Si dices una hora exacta,por ejemplo:las 2.30, ellos están a las 2.29 con sus bolsos y cámaras listas, y a las 2.30 están preguntando a qué hora nos vamos porque YA estamos atrasados, con respecto al dónde vamos, sus caras son muy simpáticas cuando se les dice, “no sabemos todavía, ahí vamos viendo”, esto no lo entienden fácilmente, porque si vamos de paseo deberíamos saber, por lo menos, a dónde y esta incertidumbre se transforma, junto con los otros detalles de una actividad habitual, en un caos difícil de procesar para ellos.


  Pero todo cambia cuando se bajan del auto y ven el mar, y recién ahí comprenden, luego del ¡Uuuuh! qué exclaman, que las olas son muy peligrosas para quien va a pescar y es mejor seguir buscando, descubriendo y disfrutando de las sorpresas que nos otorga la naturaleza, y las indicaciones ambiguas dadas en un comienzo, toman forma en sus mentes, dando paso al goce de cada detalle que se les presenta, como pueden ser las ramas caídas de un árbol que más adelante serán necesarias para prender el fuego, o la vegetación marina que servirá de plato para los pescados o las conchitas que pueden servir para un collar y así, lentamente y al ritmo que impone la naturaleza, van descubriendo y encantándose con todo a su alrededor.




   ¡¡¡Y es eso!!!, la sorpresa de lo cotidiano aquello que los enamora del lugar, aquello que los transporta a dimensiones desconocidas, quizás atesoradas en la niñez, pero hoy sólo son un vago recuerdo. Yo los he visto cuando al recibir una simple caña de pescar, sus caras se transforman a un estado indescriptible para quien no ha estado ahí. 


   ¡Algo tan simple! como una caña de pescar, confeccionada con bambú (donde en un extremo del anzuelo colocas un trozo de pan) y depositadas en sus manos, los empodera de magia, donde la virtud que se les otorga con esta “varita” es la paciencia que deben tener para sentarse frente al mar y esperar en la orilla por horas, soñando que ellos también sacarán el pez más grande de todos, que quizás deberán combatir con este ser sacado de las profundidades del oceáno y, colocando en riesgo sus vidas podrán decir ¡lo logré, tengo mi pez, vamos por el otro!. Su felicidad es tan inmensa, que aunque sea un pez pequeño y los pescadores rapanuis los miren como diciendo: qué tonto el gringo, para ellos nada importa más en ese momento que su pesca,porque ellos también fueron parte viva de la simpleza de esta realidad , de la belleza diariade la gente Rapa Nui y de la cual muy pocos logran ser parte.



  Lo que viene después es puro placer: rica comida saboreada con la mano, devorando todo lo que hay en la mesa de piedra, junto al fuego que cocina lentamente la pesca, quizás, comiendo una rica fruta arrancada de algún árbol hallado camino a la playa, mientras se espera por más y se bebe un rico vino. Sentados en el suelo la mayorías de las veces, otras de pie frente al mar, se comparte la vida, mientras se toman las fotos para el recuerdo y las ropas se llenan de olor a humo y pescado... pero que importa, la ropa se lava y el agua lo limpia todo, pero el recuerdo quedará por siempre y cuando vuelvan al país que nosotros aspiramos ser, ellos sabrán que en un lugar del mundo tocaron la tierra y comieron lo que les brindó la naturaleza... y que hay vidas que no se cambian por nada , porque como los kenianos nos enseñaron: la verdadera vida está en la belleza de la simpleza cotidiana.