miércoles, 8 de junio de 2011

Qué se extraña cuando se extraña


Todo lo bueno tiene su lado malo, esa es la ley de la vida y aquí en Rapa Nui a veces el límite entre ambos está al borde de lo humanamente comprensible, sin ir más lejos, en ocasiones me siento en una obra de Kafka: demencial, agotadora, atrayente y por sobre todo cautivante. E igual que en el universo kafkiano, lo esencial para comprenderlo es ir dejando atrás la oscuridad y aprender a ver ,a través de ella, toda esa belleza que se ampara en la incertidumbre ... y en RapaNui ésta es parte de su vida y de su historia.

Ahu Tahai
   

Hace pocos días, hablando con una pareja de suecos, comentaron bajo las estrellas y compartiendo un rico mango sour, que la isla -según lo que habían apreciado en sus pocos días de estadía- era un lugar de ensueño para disfrutar de un descanso, pero un lugar difícil para quien decide vivir en ella. No ahondé en el cómo llegaron a esa apreciación (bastante correcta por lo demás), simplemente los miré y vi una tranquilidad inmensa en sus rostros por saber, quizás, que ellos partirían pronto a un país desconocido y se llevarían consigo, los mejores recuerdos de su viaje por Rapa Nui.

Ilustración Cuento Rani Vaero
 Porque viajar a la isla de vacaciones no es lo mismo que vivir en ella, el encanto que te brinda la naturaleza en cada paso que das es una maravillosa aventura al asombro constante, que jamás te agota y por el contrario, te hipnotiza sin darte cuenta. Pero la convivencia con su gente es otro asunto, un tanto complicado, principalmente porque en ocasiones se unen el orgullo de una raza depredadora y la tontera de quien no ve, y no quiere hacerlo, más allá de sus narices, no importa que vayan al abismo con su cultura o con sus recursos, ellos simplemente por tozudez no miran, no buscan, no mejoran y muchas veces... no piensan. Y es aquí cuando uno dice es mejor parar la máquina, tomar un avión y volver al frío de mierda que hace en Santiago. 



Ilustración Cuento Rani Vaero
Sin embargo, estos arrebatos se esfuman con rapidez cuando te sientas, por horas, como viejito en plaza de pueblo, mirando sólo el horizonte, sorprendiéndote con la acuarela de colores sobre el mar, cuando el sol comienza a despedirse. En este momento uno cambia el chip y ya no quiere alejarse, sino tomar sólo un descansito de la cotidianeidad rapanui y volver con las pilas cargadas a contribuir con este mundo perdido en el Pacífico y condenado a morir en manos de sus propios hijos.






Ilustración Cuento Rani Vaero
Porque la historia rapanui habla de devastación iniciada por su propia gente, de exterminio de especies, tanto de animales como de flora, efectuada a manos de los primeros nativos que habitaron la isla y que, según mi visión, se heredó a través del tiempo. Los rapanuis hablan mucho de “preservación del patrimonio, de recuperar lo robado por el extranjero, de cerrarse al mundo porque éste los destruye”, sin embargo, ellos mismos están matándose al no enseñar a sus hijos el idioma, al no compartir sus historias, al no preservar con el debido cuidado, cada uno de sus tesoros ancestrales guardados en el museo, al construir cada día más residenciales que no darán abasto a sus sueños de riqueza económica, al perder el horizonte en manos de aquello que ellos mismos, con sermón casi papal, indican como dañino para su pueblo, pero que ellos replican día a día.

IglesiaCatólica en Rapanui
Y ante esta realidad oculta y silenciosa, que llega a dar rabia y tristeza profunda una vez que comienzas a darte cuenta que no todo es tan maravilloso y puro como algunos desean plantearlo, me pregunto ¿Qué NO extrañaré de Rapa Nui?: el “esta es mi isla” y quien lo dice no tiene conciencia que ella es más que moais y Anakena, la tontera humana de aquellos que gritan en las calles FUERA LOS CHILENOS (cuando ellos mismos son hijos de chilenos y sus hijos están viviendo en el continente en casas de amigos o parientes continentales), la envidia casi genética de esta raza, la reinvindicación sin fundamentos, la falta de proyección de sus vidas y la pereza amparada en la ley del mínimo esfuerzo, … ah y se me olvidaban los chilenos sabelotodos que viajan acá (por suerte en menor cantidad) con maestrías en culturas antiguas y postgrados en astrofísica, sólo porque ven el Discovery y el History Channel.




Frente este panorama que me apena escribir y leer, porque no es un invención sino una realidad palpable, me pregunto ¿existe algo que cambie este desolador paisaje y me haga sonreír de tan sólo recordarlo? ufff...las olas que rugen cada noche con más ímpetu que la anterior, el cielo lleno de nubes rosas, la belleza del mar cuando miras en su interior, los miles de peces que juguetean a tus pies cuando descansas en sus aguas, las sorpresas cotidianas halladas en una caverna escondida, la simpatía de los perros callejeros, las frutas arrojadas a tus pies por un árbol generoso, las conversaciones en rapanui que no entiendo, pero que igual me incluyen, la cantidad de pescado que uno puede comer cuantas veces quiera y gratis, el despertar con los cascos de caballos que llevan a los niños al colegio y los miles de misterios que aún quedan por ver, escuchar y develar.



 

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