jueves, 16 de junio de 2011

Cuando pierdes los sentidos


Experimentar la pérdida de los sentidos puede ser excitante dependiendo de la manera que te suceda, los puedes perder por amor, por pasión, por odio... pero la parte más terrenal y dura, es cuando los pierdes de manera concreta, real y sin mayor explicación la vida te despoja de toda conexión con la realidad...te quedas sin visión, sin gusto, sin capacidad para palpar el mundo, ¿cómo vivir así?, ¿cómo afrontar el futuro si no lo puedes ver?, ¿si no lo puedes imaginar?. Aquí un relato de como la isla me robó mis sentidos y me arrojó en medio del abismo.


A medida que pasan los días uno no se cansa de seguir descubriendo las maravillas que la isla ofrece, nada es igual, nada cae en “Ah, esto ya lo he visto”, en cualquier lugar de la isla siempre hay un nuevo paisaje que admirar, sin embargo, hay lugares que casi por ley, debes visitar estando en la isla. Así que agarré mi botella de agua, mi cámara fotográfica con pilas recién cargadas, mis mejores zapatillas para caminar todo un día y emprendí camino hacia la historia contada por las montañas, hacia la roca que te invita a mirar con detenimiento, hacia un pequeño agujero que te llama para ver más allá y hacia el misterio de la ruptura de un esquema milenario. 

Pukaos en Puna Pau
Las miles de especulaciones sobre la construcción y traslado de los moais hacia sus altares, van muy bien acompañadas de las historias y cientos de preguntas que han desencadenado también, sus enigmáticos “pukaos” (sombreros). Aquí en PUNA PAU, uno puede conocer el taller de los “gorritos”, donde en las laderas de su montaña todavía se aprecian los restos de algunos pukaos y en otros, se pueden ver sombreros completamente terminados, un poco erosionados por el paso milenario de la naturaleza sobre ellos, y que fueron abandonados debido a las guerra de clanes, no llegando jamás a cumplir con su misión: coronar a un moai. Al conocer el lugar donde los orejas cortas los construyeron por orden de los gobernantes orejas largas, uno se pregunta cómo los movilizaron desde aquí (se sabe que rodando, pero las distancias son WOW), desde la cima de una montaña que no te permite estar en pie porque el viento te bota con facilidad, hacia los centros ceremoniales que se ubican en el borde costero, estamos hablando de un mínimo de 3 kilómetros y más de 10 en otros casos, toda una hazaña que hoy se puede apreciar y comprender en todo su esplendor cuando comienzas a ir en busca de los altares más emblemáticos y te sigues preguntando cómo lo hicieron. 



Ahu Akivi
Habiendo visto los famosos pukaos y aún con la incógnita en mi mente, continuo mi camino hacia un lugar enigmático, lleno de supuestos y leyendas, escondido en un camino silencioso, donde pareciera estar olvidado por el tiempo, pero que se mantiene erguido con la prestancia de los supremos, de los primeros, de los 7. Estoy hablando de AKIVI, el único altar que mira hacia el mar y que posee en su plataforma a 7 moais que recuerdan a los elegidos por el rey Hotu Matua para preparar esta tierra, para su llegada y la de su gente. Pero el enigma de este lugar no es la historia de quienes son, o a qué vinieron a esta isla, sino su posición con respecto al 99 por ciento de ellos, éstos están mirando hacia el mar, quizás esperando a su rey, quizás mirando a su antiguo hogar, quizás mirando algo que nadie jamás sabrá; este es el enigma, por qué estos silentes hombres de piedra miran al mar desde un lugar tan alejado de la costa, en solitario, sin dejar más rastro que sus caras firmes frente al horizonte...este es otro misterio que sólo las estrellas podrán develar.



Pensativa y sorprendida por lo visto hasta el momento, sin capacidad para comprender, sin la capacidad de proyectar mis ojos hacia el punto final de los 7, sin la posibilidad de acariciar la historia, camino al punto clave de todo: RANO RARAKU, el sitio arqueológico obligado de todo visitante para ver en gloria y majestad cuan grande fueron y son los moais. Ya desde la entrada uno queda literalmente con la boca abierta frente a un inmenso campo, lleno de gigantescas estatuas de piedra, aún pegadas a la montaña, algunas enterradas por la naturaleza en la tierra, otras derruidas hasta mimetizarse con la roca viva y algunas simplemente únicas en su existencia,como lo es el MOAI ARRODILLADO, único en su clase porque representante a los orejas cortas, es decir, a los esclavos que tallaban los moais y que en algún momento quizás (esto es sólo hipótesis), dejaron de hacerlos para sus reyes y a escondidas, depositaron la miradas sobre ellos mismos, representándose de rodillas quizás con la intención oculta ya, de levantarse ante la opresión o simplemente como signo de su pasado propio y cercano. Nadie sabe con certeza, nadie puede asegurar nada sin un manto de dudas sobre su cabeza, sólo les puedo decir, porque yo lo viví, que este es el rincón arqueológico más mágico de toda la isla, simplemente porque todo lo que miras a tu derredor está vivo, dormido, pero palpitante, nada parece inerte, por lo contrario, listo para volver a ponerse de pie, sobre sus más de 10 metros de altura y mirar al mundo con una perspectiva única, porque ellos son y siempre serán extraordinarios. 


Pero Rano Raraku no sólo asombra por sus monumentales estatutas, sino también por su abanico de paisajes, por un lado tienes una montaña que florece moais, por otra un camino sinuoso de colinas desérticas, amarillentas que te hacen recordar inmediatamente las películas de pistoleros y de toro sentado, y cuando esperas ver un cactus coronando esta imagen ¡BUM! tienes frente a tí una laguna rodeada de totora, con caballos pastando muy de cerca de ella o comiendo las flores de los árboles y en realidad, no estás caminado por una pradera normal, sino en la orilla de un cráter ,que cedió su terreno a la madre naturaleza para que lo engalanara con agua dulce. Wow, increíble, ¡camino y puedo tocar el agua depositada en este cráter y si quiero podría nadar en él!, y cuando aún pienso con qué me asombrará el lugar me encuentro con una reciente excavación de moais en plena faena de limpieza y estudios... que más puedo pedir, si incluso pude sentarme cerca de un moai que mira hacia la laguna y junto a él simplemente descansar y deleitarme. 

Pero aún lo mejor estaba por venir, lo mejor y más aterrador que me haya pasado en este pedazo de tierra arrojado en el medio del pacífico...

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