jueves, 5 de mayo de 2011

Mi perro y yo


Las maravillas cotidianas de una isla mágica como Rapa Nui no sólo quedan en el terreno de los moais y su cultura, por el contrario, ha sido grato reencontrarse con las pequeñas cosas de la vida diaria y volver a sonreír desde el alma. Aquí una bella historia que tuve la dicha de vivir.

   Hoy fue un día de aquellos donde el mejor panorama, en cualquier parte del mundo pareciera ser quedarse acostada tapadita hasta las orejas, escuchando buena música, leyendo un buen libro, tomando un rico café, quizás más tarde comiendo un rico chocolate con almendras pensando en la vida, volviendo a tomar el libro, quedarse pegada en una idea, descubrir la solución a algunos problemas existenciales y así … se fue el día más rico de tu vida, todo gracias a una intensa y descomunal lluvia que te susurró al oído: “Quédate en casa”.


     Acá en Rapa Nui cuando llueve...llueve, a veces ni siquiera se puede ver unos cuantos centímetros más allá de tu nariz porque es tan copiosa, que enceguece, las palmeras parecen palos de fósforos debido a la facilidad con la cual se mueven y los truenos son profundos, más roncos, con un tono más seco. Puede llover mucho, pero el verdadero problema es el viento, el cual silva como en los cuentos de Oscar Wilde, finito pero largo y un poco aterrador, tan aterrador que sabes que algo malo podría pasar y lo malo termina ocurriendo, llega la incomunicación tecnológica, se cae internet, los teléfonos no funcionan y literalmente llega el aislamiento. Si se murió Bin Laden nadie lo sabe, si Piñera bajó en las encuestas nadie lo sabe, si ganó la UC a Gremio, nadie lo sabe y etc, etc.

  Cuales son tus opciones, armarse de valor y caminar como espartano bajo la lluvia o quedarse en el hostal y conversar. En mi caso, me quedé en casa y me enternecí con la historia de Paulo, un caballero brasilero que recordó que en uno de sus tours por la Isla había conocido un perro el cual lo acompañó en su trayecto, como un verdadero guía fue amable, movió la cola y hasta descansó como perro faldero y un día después de este encuentro fortuito, el perro estaba fuera del hostal esperándolo para mover la cola y luego partir por quien sabe donde. Esta historia no es menor, primero porque el día que Paulo conoció al perrito, éste estaba a muchos kms del hostal, segundo porque el perrito no lo siguió al hostal y tercero, porque los perros de la Isla son verdaderos guías y guardianes de quien ellos escogen.

Mi perro guía
    Yo lo comprobé en persona, cuando un día me levanté con toda la intención de trotar por la costanera (todos los días anhelo lo mismo y termino contemplando el mar por horas) y en una esquina aparece un quiltro lindo, de esos que te miran y parecen sonreír, me acompañó en mi camino, tomó agua de mi mano, descanso cuando lo hice, miró las olas con tranquilidad y no se apartó de mí cuando pasé un mal rato con la cultura rapanui. De no ser por él, hubiese colapsado con facilidad, pero él estuvo atento, gruñó cuando fue necesario y se alejó del problema junto a mí con la calma que a mí me hacía falta. Caminé digna junto a mi perro guardián buscando donde sentarme, cuando hallé el lugar no lloré porque el perro se sentó a mis pies como quien está junto a su amo de años, eso me dió paz, me enterneció y me hizo sonreír. Ya más repuesta, me dirigí al pueblo y en el mismo lugar donde mi perro guardián me encontró, me dejó, no dió un paso más, sólo movió la cola, sonrió y siguió su camino. Sinceramente pensé que me acompañaría hacia el hogar, pero sin duda su misión ese día era estar ahí para mí y yo lo agradezco y lo recordaré por siempre.

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