miércoles, 25 de mayo de 2011

Camino a Terevaka


   
Cuando te invitan a subir un cerro, lo más entretenido de los segundos que siguen a la invitación, es mirar con detenimiento las caras de quienes la han recibido, en especial si son ladies “¿Un cerro?, ah que entrete...”, es la primera expresión políticamente correcta que a uno se le viene a la cabeza, porque hablemos con sinceridad, muchos de los panoramas entretenidos que manejamos en nuestra lista de “Cosas para disfrutar”, no se encuentran




    


 precisamente  hechas con opciones que impliquen sudar, llenarse de tierra, caminar bajo el sol quemante, bajo la lluvia que te moja hasta el alma, el frío que te cala los huesos, aguantarse las ganas de ir al baño por horas, odiar tu lindo bolso combinable con no sé que zapatos, pero que es inútil como un saco de papas a la hora de irse a la montaña, y a esto agrégale todo lo que desees. Pero en mi caso, esta nueva aventura rapanui tenía que realizarse con gusto, porque no todos los días tienen la posibilidad de subir más de 500 metros y ver la ISLA.









Me explico, este cerro es el más alto de Rapa Nui, por lo tanto, punto turístico obligado, pero al poco andar, me doy cuenta que su real encanto no es llegar a la cima sino, ir descubriendo según mi paso de aventurera, cada uno de los tesoros escondidos que existen puestos ahí para mí, como un “regalo del universo”: árboles frutales que debes compartir con los caballos ,quienes botan con empeñones las guayabas, cuevas subterráneas llenas de vegetación, cascadas naturales, flores de rojo pasión, troncos que brindan descanso y refugio para el andante, bosques que me cobijan de la lluvia y alturas que me invitan a subir y ver.







 Aún queda mucho por andar, ni siquiera vislumbro la punta de la cima, sin embargo, con este recorrido ya me doy por pagada, no importa el frío ni la humedad de la ropa, debido a una gigantesca nube cargada de agua que me acompañó durante un tramo, ni que mis zapatillas parezcan sopa; la cima ya no es el objetivo, es el último regalo de la naturaleza, que me invita, como una mujer seductora, a seguir avanzando sin pensar en nada más que sólo el aquí y ahora.






 
Descubro un pequeño cráter y ¡OH! desde su borde ya comienzo a ver la razón de mi viaje,pero no es este el lugar, ¡hay que seguir! Y en esta etapa del camino da por pensar, analizar la vida, proponerte metas, cambiar actitudes, desechar lo malo y superfluo... y con tu nueva vida armada y descubriendo que cuando uno quiere siempre puede y, refuerzas tu idea al ver a un árbol (ver foto) que en el centro de un segundo cráter ha echado raíces en solitario, comienzas a sentir la fuerza del viento que anuncia la cúspide.






 


El sol se abre, el paso se hace un poco más lento, el mar se muestra en gloria y majestad, las nubes son una acuarela de colores... vas llegando, ahí está la cima, estás a punto de lograrlo, de sentirte un elegido, con la luz acaricando tu rostro, el mundo a tus pies y de repente...UN CELULAR, EN EL MOMENTO EN QUE TOCAS EL CIELO, UN CELULAR LLAMA, MI CELULAR, esto es lo más freak que me ha pasado, a más de 500 metros de altura y cómo nunca mi celular funciona.


Desde la cima de Terevaka
Pero bueno, hay que seguir y ahora ¡Sí he llegado a la cima! ,ahora puedo ver la isla en 360 grados, en este momento ¡veo la isla!, ¡veo la redondez de la tierra!, ¡veo el mar que me rodea!Siento  a Rapa Nui, a través de la naturaleza, la observo descansando plácidamente en medio de la nada, en el ombligo del mundo, ahora se que estoy lejos de todo y que este espacio y momento es solo mío.


                                                                                                                                      
Flor encontrada en  caverna camino a Terevaka.

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